Opinión
Esos menesteres…
El pasado martes, Día del Amor y la Amistad, yendo hacia una reunión por la tarde, escuché en el radio de mi automóvil a un joven locutor –muy agradable-, ofrecer a los primeros diez jóvenes enamorados que llamaran y compartieran con el público su respuesta a una pregunta que hizo, un pase para un motel donde celebrar con su pareja.
¡Reí con ganas de cómo han cambiado los tiempos!, ya que “antes”, hace años, siendo mujer aún ‘mayor de edad’, -cumplidos los dieciocho como lo marca la ley-, era impensable que tus padres, o tus amigas o amigos, se enteraran que tenías relaciones sexuales con tu pareja, y desde luego ¡mucho menos que se comprobara por la radio!
Seguro que los familiares y amigos de hombres de esa misma edad, o aún menores, se les festejaba el hecho y se les orientaba, ¡pero a las mujeres ni lo uno ni lo otro! Es más, si te tardabas en la noche a llegar a tu casa, después de salir de una fiesta, una cena o una reunión, tus padres te esperaban despiertos para ver cómo llegabas, si con copas, -que era lo de menos-, pero que se te notara lo evidentemente cogida, ¡era el acabose!
Y tus familiares parecía que adivinaban, ya que tu mirada, el persistente y duradero temblor de tu cuerpo por el sensible placer experimentado; el leve o fuerte olor a la loción de tu galán que se había restregado en tu piel; el aroma del jabón corriente del motel -si te habías lavado-; por lo límpido de tu dermis, -porque el sexo limpia barritos y espinillas-, ¡te delataba! De todas maneras, ¿qué podían hacer?, ¿regañarte?, ¿castigarte con no salir por meses o años? ¡Imposible! igual te escapabas por el balcón o abrías la puerta del mismo, cuando todos dormían, para que el susodicho entrara-, ¡ya que lo cogido y el deseo de más, nadie te lo quitaba y libraba todo obstáculo!
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En esos momentos imaginé a los padres y madres de los jóvenes de hoy: Cómo asumían la libertad sexual de sus hijas e hijos a edades tempranas: ¿Con respeto y orientación?, ¿alegría?, ¿indiferencia?, ¿morbo?, ¿susto? o ¿ignorancia? ¿Buscan evidencias palpables de los actos sexuales de sus [email protected] o los dejan ser y asumen que ya son responsables de sus actos? ¿Hablan con [email protected] por lo que pueda suceder o los dejan a su suerte? ¿Les hablan de los altos riesgos de enfermedades de transmisión sexual cuando tienen múltiples parejas sexuales sin usar condón, por igual mujeres que hombres?
Esto me llevó al recuerdo de hace un buen de años, cuando muy jovencita, una tarde que regresé de esos menesteres, mi madre, que era astutamente perceptiva, a varios metros de distancia, me escaneó con su mirada altamente intimidante, -pensando yo que podría salvar todos los obstáculos, los signos y los síntomas de mis evidentes actividades-, me dijo en su peculiar estilo: “Tu cabello chino y esponjado, ¡tiene un almohadazo!” Se me había aplastado de un lado lo esponjado de mi cabello -suelto largo y chino- al estar acostada largo rato, no con almohada porque siempre estorba. A lo que, -en el cinismo que te da la libertad que se me da, -sin nunca pedir permiso-, reaccioné muy espontánea con un: “¡Chin, el pelo! ¡Se me fue!”
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