Opinión

Al diablo

Miércoles, Febrero 22, 2023
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Los males que acechan a la República, razones por las cuales el próximo domingo salgamos a la calle
Es vicepresidente de Perspectivas Interdisciplinarias, A. C. (www.pired.org), organización civil con trabajo académico y de desarrollo económico de grupos vulnerables; y promotora de acciones vinculadas con la cultura comunitaria indígena y popular. Su línea de interés es la Huasteca y la Sierra Norte de Puebla.
Al diablo

El Presidente de la República quiere acabar con la democracia y actúa en consecuencia. Esto no lo digo yo, aunque como ciudadano tengo el derecho y la autoridad para hacerlo. La evidencia está en la nariz de todos, salvo para el que no la quiera ver. Del mismo modo que para remediar nuestros malestares de salud recurrimos a los especialistas, de preferencia a los mejores, de la misma manera debe procederse tratándose de los males que acechan a la República. Uno de los principales estudiosos de la ciencia política mexicana escribió en la segunda semana de noviembre del año pasado, lo siguiente (Democracia la última hora):

Sería temerario no creerle al presidente. Lo que pretende, hay que decirlo con todas sus letras, es acabar con la democracia mexicana. Su meta declarada es restaurar la autocracia. Que las formas no sean una copia exacta del pasado es lo de menos. Lo que importa es la restauración del principio autocrático y el cierre del breve paréntesis democrático que experimentó el país. Después de todo, en México la democracia ha sido una fugaz excepción a la norma autoritaria. Hay un putinismo tropical en ese anhelo nostálgico que anima al presidente.

Es la declaración de un especialista que sabe lo que dice y que es objeto de observación de sus pares. Se trata de José Antonio Aguilar Rivera, un egresado de la Universidad de Chicago y profesor de ciencia política en el CIDE. Es autor de libros y ensayos de importancia capital. Entre ellos El sonido y la furia (Taurus, 2012), La geometría y el mito (FCE, 2010) y un trabajo que genera escozor y displicencia entre los antropólogos partidarios de las autonomías indígenas, El fin de la raza cósmica (Océano, 2001). En ese trabajo aboga por una ciudadanía política y no cultural como demanda la corriente de antropólogos populistas, muchos de ellos travestidos al obradorismo. El autor es un diligente lector de Paz.

En su afán restaurador, el presidente López Obrador primero intentó modificar la Constitución de raíz y desaparecer el carácter ciudadano del Instituto Nacional Electoral (INE). El fin oculto: imponer una institución sometida a los intereses electorales del Ejecutivo y su partido, Morena. Como la Comisión Nacional Electoral (CNE), dependía de la Secretaría de Gobernación, y funcionó de 1951 a 1991. Era la que organizaba las elecciones en todo el país y determinaba quién ganaba y quién perdía en las votaciones.

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De esa manera, Manuel Bartlett declaró perdedor al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en la presidencial de 1988. Me parece que de esa experiencia traumática nacional se nutre la obstinación del presidente López Obrador. Prueba de ese afán destructor es la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CMNDH), hoy convertida en una piltrafa. En la que nadie confía.

El Presidente ha fracasado estrepitosamente en todos los órdenes de su gobierno. No sólo en los temas insignia que en campaña prometió resolver (inseguridad, corrupción, pobreza, salud, educación), sino incluso en aquellos de menor envergadura, como por ejemplo y citando al azar, la paraestatal denominada Gas-Bienestar.

En materia de pobreza, queda claro que se trata de una estrategia electoral.

“Ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe que cuando se necesita defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos”.

El último informe de Coneval (Informe de evaluación de la política de desarrollo social, 2022) se demuestra que la inversión se ha concentrado en la clase media y rica en detrimento de los más pobres, los del último decil. En 2018, con el priista Enrique Peña Nieto, el 20.9% del grupo en mayor pobreza reportaba recibir programas sociales federales; para el 2020, con López Obrador, la cifra se redujo a 13.3%. En general, la pobreza y la pobreza extrema se incrementaron en este gobierno. Esto es, en el gobierno de Peña los programas sociales eran mucho más eficientes que en el actual.

¿Cuál es la razón de concentrar la inversión social en los deciles más altos, quinto y sexto? Pues que allí se alojan las clases medias que fueron determinantes en el 2018 para su triunfo, y ahora manifiestan rechazo.

Ante la conciencia personal de su fracaso, el Presidente ya no gobierna, en el caso de que en algún momento haya intentado hacerlo. López Obrador concentra todas sus fuerzas en la organización y presentación de las ‘mañaneras’.

Ni siquiera se trata de aquel principio publicitario de que “comunicar es gobernar”. Sencillamente se trata de retener la Presidencia para Morena con un incondicional al precio que sea, y desde ahí amortiguar el escarnio popular de su persona. El que se antoja muy superior al padecido por Carlos Salinas, por efecto de las redes sociales.

El último refugio para retener la Presidencia es el control de los cuatro nuevos consejeros electorales que entrarán en funciones en abril próximo. De entre ellos, el que hará las veces de presidente. El Plan B se mantiene en vilo en las puertas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). En una de esas lo declara inconstitucional, como en efecto lo es. De acuerdo con el parecer de especialistas en derecho constitucional.

El Presidente no tiene empacho en reconocer públicamente que no acata la Constitución. La ley suprema que protestó guardar y hacer guardar. La piedra sillar de nuestra organización política. Con el argumento espurio de que la justicia está por encima de la legalidad institucional. Suele afirmar que “al único tribunal al que se rinde es el de su conciencia, y que con ella está en paz”.

La mentira como política pública de gobierno

Luis García, director de SPIN, un taller de comunicación política, que tiene como objetivo proveer a la opinión pública de información sólida que permita evaluar objetivamente las conferencias de prensa matutinas del Presidente como herramientas de comunicación política, en un corte correspondiente a la conferencia número mil, encontró que el Andrés Manuel López Obrador hizo afirmaciones falsas en 94 mil ocasiones. Esto es, 94 declaraciones falsas en cada mañanera.

Los primeros indicios de que el próximo Consejo Electoral del INE será un órgano controlado se encuentra en la integración del Comité Técnico (CT), el órgano encargado de elegir las cuatro quintetas de donde saldrán electos los nuevos consejeros. Con la salvedad de Maite Azuela y Sergio López Ayllón, todos tienen vínculos orgánicos con Morena o con la Presidencia de la República, ya de manera directa, ya a trasmano. Ambos (Azuela y López Ayllón) propuestos por el Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), que preside Blanca Lilia Ibarra, vecina de comentarios, poblana y ejemplo de honradez pública. El caso del periodista Enrique Galván es lamentable en esa lista.

Aquí radica la importancia de que el próximo domingo salgamos a la calle a protestar contra el avasallamiento autoritario del Presidente. Así se tenga que hacerlo junto a panistas, perredistas y priistas. Una caterva de impresentables. Es la clase política que hay y, de principio, con esos bueyes estamos condenados a arar.

Chayo News

Entre ciertos sectores hay la creencia generalizada que leer hace de los individuos mejores personas. Esto es, que la cultura derivada del libro ayuda a remontar nuestra condición de bestias peludas. Me temo que se trata de uno de los grandes fetiches de la modernidad de los enciclopedistas del XVIII. En un artículo publicado en Reforma, hace varios años, el escritor Jorge Volpi postula que ese afán elevado a política pública para que la gente lea libros es característico de los países subdesarrollados. Los que suelen rendirle un extraño culto al libro, no como medio de comunicación, fuente de saber e imaginación, sino como objeto en sí mismo.

Pues bien. El fin de semana estuve de intruso en el pueblito de Pahuatlán y me topé con el Primer Encuentro de Narradores y Narradores de la Sierra Norte. Es la denominación que le dio su autor y promotor, el escritor Edson Lechuga. Como era de esperar y de acuerdo a la convocatoria, asistieron escritores de la región y del mismo pueblito. Muchos de ellos ya con oficio y libros y publicados e incluso reeditados. Entre otros, es digno de mención el grupo de Xicotepec, que lleva varios años pergeñando bajo la orientación de buenos profesores, entre ellos de manera señalada de la profesora Beatriz Meyer (presente), y de cuyo empeño han dado a las prensas varias antologías.

Precisamente la última, La lluvia y las letras de Xicotepec (2023), fue motivo de presentación y comentarios de los propios autores. Al parecer la lluvia es tema de ficción recurrente entre esos artistas de la pluma. Como se entiende a primera vista, la realización de este género de encuentros tiene su relevancia en el concepto de la promoción y difusión culturales. Amén de ser obligaciones de ley para las autoridades de los tres niveles de gobierno, pues la legislación cultural federal y estatal establece claramente que se debe estimular el desarrollo y la creación literaria, no sólo de las personas y grupos en las grandes ciudades, sino como política universal.

Durante la inauguración del encuentro estuvieron presentes don Beto Hernández Casimira y el profesor Francisco Ixpaniztlahuac, ambos muy conocidos en la región. Al primero el gobernador Mario Marín le publicó el poemario bilingüe, Tototzinco (2008), con una muy recomendable –aunque intrincada– introducción del nahuatlato Patrick Johansson, alumno Miguel León-Portilla. El segundo, como buen profesor de educación indígena, cada que puede, y puede siempre, refiere en su lengua el relato del Cerro Flojo. Para ilustrar la invitación, se eligió una imagen que, intuyo, representa la figura estilizada de un indígena vestido con taparrabo, plumas y vírgula. A mi me parece un jugador de pelota mixteco, nunca los he visto en persona, pero sí en los códices.

Así pues, no queda más que congratularse por ese género de acciones oficiales, en este caso del ayuntamiento y del gobierno del Estado. En el caso local, doblemente congratulación. El pueblo retoma su vocación cultural que un grupo de “notables” mestizos de la cabecera le imprimió hacia mediados de los años treinta del siglo pasado. Me refiero a un opúsculo publicado por el más rico del pueblo, don Regino Cruz, lector asiduo de Vicente Riva Palacio.

En los ochenta un grupo de hijastros, al cabo de vagar fuera del terruño, y conocer nuevas experiencias políticas, de regreso al pueblo retomaron la acción cultural como arma política para matar al padre: despojar del poder político a los viejos caciques atrincherados en el ayuntamiento, desde el porfiriato; pues las dos calles principales son un tributo a Porfirio Díaz: 2 de Abril y 5 de Mayo.

En paralelo crearon toda una arquitectura simbólica patriotera que solo les faltó acuñar moneda. Se inventaron un héroe, José Luis Lechuga, equivalente a Zaragoza; una batalla contra el imperio, la del 28 de Enero, como la del 5 de Mayo, y un himno nacional. Los Lechuga son una familia de abolengo político: han ocupado la presidencia municipal en 71 ocasiones.

Hasta aquí todo muy bien y digno de todos los parabienes. Sin embargo, desde una mirada antropológica y de las políticas públicas con participación social, las cosas (las mismas cosas) cobran un nuevo sentido. La antropología es una disciplina incómoda, vacilante e inquisitiva. En afán constante en ver lo que otros no alcanzan a columbrar. En honor a ella, y sin más finalidad que contribuir al debate con otro punto de vista, y en función de que la cultura o es crítica o no es. Va mi lance.

Pahuatlán es un municipio interétnico. En el que conviven en permanente disputa hasta tres naciones, con sus propias lenguas y conceptos civilizatorios. Me refiero a la nación, nahua, otomí y mestiza. Históricamente y por razones eminentemente culturales y políticas, desde la fundación de la alcaldía mayor de Huachinango, en la segunda década del 1500, los indios de lo que ahora es Pahuatlán quedaron sometidos, en la categoría de súbditos de Su Majestad el Rey.

La época de oro de los indios de Pahuatlán, si es que la han tenido, tuvo lugar durante los tres siglos de Colonia. Cuando se conformó en República de Indios, gobernada por la nobleza indígena, mediante el mando separado de un gobernador y un cacique. En ocasiones ambos puestos podían recaer en la misma persona. Pero no era la regla.

Pahuatlán tuvo grandes gobernantes. El Códice Pahuatlán es prueba de ello, como puede verse en el libro Pahuatlán, la disputa por las identidades. Incluso uno de ellos fue condecorado nombrándolo gobernador de Texcoco. Una de las grandes capitales políticas y culturales del reino, donde gobernó el poeta Netzahualcóyotl. Es como si ahora Eduardo Romero, presidente municipal, fuera llamado para ocupar la máxima magistratura nacional.

Lo que quiero decir es que, con la conformación del nuevo Estado mexicano y la división en ayuntamientos, los escasos mestizos inseguros y titubeantes, arrimados en los barrios, eran hablantes del castellano, la llave maestra que los colocaba cultural y políticamente por encima de los indios.

Estas pocas familias se declararon blancos de razón, y (tal vez lo más importante) salvadores de los indígenas. De ese modo se hicieron indispensables con los liderazgos políticos regionales. Los triunfantes de la revolución de Independencia, y fue como desplazaron del poder político a la antigua nobleza indígena, y se quedaron con el control del ayuntamiento. Un proceso que se mantiene vigente hasta nuestros días, con apenas el interludio de 2001.

 La relación de los mestizos blancos de razón de la cabecera con los naturales de los pueblos (como fueron declarados unos y otros) es una herida abierta que chorrea sangre.

Los promotores del Primer Encuentro de Narradores no tienen porqué saberlo, pero si alguna política pública tiene trayectoria y arraigo en el municipio de Pahuatlán son los encuentros de narrativa o tradición oral. Su periodo va de finales de los años setenta a finales del año 2000. Tiene como eje de acción tres instituciones fundamentales. La creación del Centro-INI nahua-totonaco-tepehua-otomí, en 1976; la creación de la Dirección de Educación Indígena y la Unidad de Culturas Populares. Esas instituciones cambiaron el perfil de los pueblos indios y reafirmaron su identidad. Tuvo su momento apoteósico en los años noventa. Aquel proceso cultural se tornó político y es una de las principales explicaciones del triunfo electoral de un indígena otomí en el 2001, por un partido que no fue el PRI, el partido oficial. Otro elemento que abonó en esa dirección fue la reforma electoral de Reyes Heroles de 1977.

De aquella experiencia se escribieron libros, ensayos, tesis y dos exposiciones memorables en el Museo Nacional de Culturas Populares. Menciono dos al azar. El universo del papel amate y Arrieros somos. En esas tareas tuvieron un papel destacado las sucesivas administraciones municipales, entre ellas la encabezada por Miguel Eloín Santos. No se entiende tan poco el redescubrimiento del amate y sus experimentos artísticos, a partir de los años noventa, sin la presencia de Culturas Populares y del otomí Manuel Abraham Hernández. Los primeros talleres con pinturas naturales las organizamos nosotros, lo mismo el primer y único vivero de jonote, bajo el concepto de patrimonio natural de los otomíes.

La presencia de Humberto Trejo, inscrito en la lista de artistas indígenas patrimonio de la humanidad se encuentra en esa línea de trabajo antropológica con la comunidad. Lo mismo de Alfonso García, a quien la Sociedad de Etnología de Francia le publicó un libro en el 2019. Producto de aquel movimiento se encuentra también Alberto Casimira y el propio Francisco Ixpaniztlahuac, quien suele repetir la historia del cerro flojo, una versión de la baja edad media introducida por los agustinos durante la segunda mitad del siglo XVI, con el fin de moralizar a los indios para que se resignaran a las nuevas congragaciones, pero sobre todo a vivir en policía y pagar con puntualidad el tributo.

La cultura ha sido y sigue siendo en el municipio el principal instrumento de legitimidad política frente a los indios. Con ella tomaron el poder un grupo de jóvenes mestizos de la cabecera en los ochenta, e impulsaron la integración de los pueblos indígenas mediante la implementación de obras públicas relevantes: caminos, escuelas, agua potable, clínicas, alumbrado.

Ese modelo de desarrollo se agotó cuando el gobierno federal implementó los recursos del Ramo 33, destinados a la edificación de infraestructura. Entonces los ayuntamientos se convirtieron en el negocio más cotizados de los grupos de mestizos de la cabecera.  Por lo demás es muy lamentable que todavía se sigue viendo a la población indígena con los estigmas y estereotipos de la Colonia, con taparrabos y plumas.

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