Opinión
¡Cómo me dueles México!
Claro que duele, lastima hasta lo más profundo de la piel y se van perdiendo las esperanzas. Todos los días nos enteramos de escalofriantes cifras que hablan de feminicidios, violencia de género, ciberacoso sexual, maltrato, desaparición de adolescentes y niñas.
En lo que va de este 2022, se han registrado 319 feminicidios que hacen sufrir a los hogares y nos llenan de temor.
Vivimos en un país en el que hay cien mil personas desaparecidas, justo el número de individuos que cabe en el Estadio Azteca. Incluso, Michelle Bachelet, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, hizo un llamado a las autoridades mexicanas para garantizar justicia.
Un gran porcentaje de estas desapariciones son de adolescentes que nunca regresaron a casa y que todos los días vemos sus fotos en la Alerta Amber, sin que pase nada por dar con su paradero.
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Nos han sembrado tanto miedo y desilusión, que se van apagando las fuerzas para alzar la voz. Sin embargo, no podemos cegarnos a una realidad que resulta monstruosa.
Durante la pandemia y mientras duraba el confinamiento, se incrementaron las cifras de embarazo en adolescentes. Tan solo en Puebla, se registraron más de 500 casos de menores de edad de entre 10 y 17 años que fueron madres.
¿No se supone que es en la familia y dentro de sus casas donde las niñas y adolescentes están más seguras?
Justamente es en los hogares donde las menores de edad están viviendo el abuso sexual y la violencia de género. Dirán que es el hacinamiento, la pobreza, el confinamiento y la falta de empleo. La verdad es que esta violencia se vive en todas partes y no existe ninguna diferencia social. Se han perdido los valores y el respeto.
Bajo este panorama, hace unos días la Suprema Corte avaló el derecho al aborto por violación en menores de edad sin que exista el permiso de sus padres y sin la necesidad de que haya una denuncia de por medio, sólo bajo protesta de decir la verdad.
En México, prevalece una sociedad patriarcal, en la que se puede tener y poseer sin que nadie les ponga un alto. Estos delitos no se denuncian; algunas personas por el miedo a represalias o al qué dirán, y otras por la desconfianza que existe en la procuración de justicia.
No nos quedemos calladas. Cada denuncia es un paso hacia adelante para que se haga justicia y para poner un alto. Nos tienen que escuchar.
Como madres y padres de familia tenemos una gran labor para educar a las nuevas generaciones a vivir en una vida libre de violencia, con igualdad entre todos los miembros del hogar en donde se rompan los estereotipos de género y la repartición de tareas en la casa sea equitativa.
Recordemos que el ejemplo arrastra: empoderemos a nuestras hijas para que sueñen con estudiar una carrera universitaria, a que sean unas profesionistas exitosas que se quieran comer el mundo y no tengan que depender económicamente de alguien más para alcanzar sus anhelos.
Enseñemos a nuestros hijos a respetar a las mujeres y vivir en condiciones de igualdad.
Sigamos cuidándolas y cuidándolos, guiando sus pasos para que tomen las mejores decisiones. Ya no queremos vivir en un México que duela tanto y que nos llene de impotencia. En nuestras manos está lograrlo.
“El feminismo no se trata de hacer a las mujeres más fuertes, las mujeres ya son fuertes. Se trata de cambiar la forma en que el mundo percibe esa fuerza.” (G.D. Anderson)
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