Opinión
Violencia social y escolar: escenas y preguntas
Para las víctimas de la masacre en Uvalde y todas las víctimas de acoso y violencia escolar
La desesperación despierta monstruos
y enemigos,
en los mismos lugares que antes había ilusiones
y sueños.
Entonces el corazón pierde fuerza
y lo que ayer era impensable
va tornándose algo posible.
Pero en esos instantes de dolor extremo
y de angustia.
Cuando ya no hay salida ni respuestas,
siempre queda sitio para un milagro…
…Comprendí entonces que si había una mano que dañaba
también habría muchas manos dispuestas a curar.
Que si los malos me dañaban sin límites.
Los buenos podrían defenderme sin fronteras.
Equipo interdisciplinario internacional Bullying sin fronteras. Esas manos que ayudan sin fronteras. Fragmento.
He escrito un buen número de artículos sobre el tema de la violencia social y de la violencia en las escuelas, pero la cadena de escenas ocurridas la semana pasada que circularon en los medios de comunicación y las redes sociales, vuelven urgente retomar el tema, aún corriendo el riesgo de repetirme.
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Porque sin duda la semana pasada estuvo marcada por la violencia tanto en la sociedad como en el ámbito escolar, por lo que trataré de hacer una síntesis de las escenas y una breve reflexión con base en preguntas que surgen ante nosotros ante la urgencia de un desafío que no podemos seguir postergando o minimizando.
Escena 1: el pasado 21 de mayo la abogada y defensora de los derechos de las mujeres Cecilia Monzón fue asesinada por dos sicarios que la seguían en una motocicleta cuando iba en su auto por las calles de San Pedro Cholula. “El silencio mató a mi hermana y mata a las mujeres mexicanas. No necesitamos un minuto de silencio, necesitamos hacer ruido, el ruido que hacía Cecilia”, dice su hermana Helena, también abogada, que ha tomado directamente el caso para exigir que se haga justicia.
Escena 2: el pasado martes 24 de mayo el cadáver de Vidiriana Moreno, joven desaparecida el día 18 después de acudir a una cita de trabajo en la ciudad de Cardel, Veracruz, fue identificado por sus padres, a pesar de que el gobernador del estado había declarado -prácticamente el mismo día que apareció el cuerpo- a los medios de comunicación que el caso estaba resuelto y que la joven estaba “bajo resguardo” pero “no podría hacer pública la información”.
Escena 3: Este fin de semana una camioneta que transportaba a reporteros de la Ciudad de México para cubrir la gira por el estado de Sinaloa, del presidente López Obrador, fue interceptada en un retén montado por guardias armados y vestidos con uniformes militares. Al ser interrogado sobre este hecho, el presidente declaró que “no pasó nada”, que “se trató de una confusión” y que los sicarios eran “personas del pueblo que se arman para cuidar que no haya violencia en su comunidad”.
Estas son tres escenas recientes de violencia social que ocurren de manera cotidiana en nuestro país y a las que ya nos hemos acostumbrado, desafortunadamente. En el ámbito de la violencia escolar, tenemos también varias escenas ocurridas esta semana.
Escena 1: La más terrible de las noticias de esta semana en este ámbito, es sin duda la masacre que dejó 19 niños de primaria y dos adultos muertos en una escuela del condado de Uvalde en el estado de Texas, donde un joven de 18 años, después de disparar a su abuela entró al colegio y disparó indiscriminadamente contra los niños para luego ser abatido por la policía. En el historial del agresor había antecedentes de haber sufrido bullying o acoso escolar durante sus estudios nivel básico y medio.
Escena 2: Como reacción a estos hechos y ante la información de que cinco alumnos resultaron intoxicados por consumir brownies con mariguana en un centro escolar de la ciudad de Puebla, el gobernador del estado se manifestó a favor de revisar la instrumentación del programa de “mochila segura” para evitar que se introduzcan armas o drogas a las escuelas.
Escenas 3, 4 y 5: Las redes sociales dieron cuenta hacia el jueves y viernes de la semana pasada de actos de agresión física entre estudiantes adolescentes en dos de las escuelas privadas más emblemáticas y antiguas de la ciudad de Puebla y al menos en uno de esos casos se evidenció públicamente una respuesta institucional que tendía a restar importancia a lo ocurrido. Mientras un tuit de Azucena Uresti informa que se abrió una carpeta de investigación porque un estudiante amagó con un arma de fuego a sus compañeros en una secundaria de la alcaldía Venustiano Carranza.
Como afirmo en la quinta parte de mi libro Educación humanista: la educación produce a la sociedad que la produce, es decir, la escuela es producto y al mismo tiempo, productora de la sociedad que tenemos.
En el caso de la violencia estamos desde hace años siendo testigos de la forma en que la violencia social se introduce en el ámbito escolar y se posiciona como forma legítima o al menos no sancionada ni visibilizada suficientemente, de resolver las diferencias entre las personas.
El Dr. Javier Minglino, quien con un equipo internacional logró que el 2 de mayo se promulgara por parte de la ONU como Día Mundial contra el Bullying, afirma que el acoso y la violencia se nutren de tres venenos: la soledad, la tristeza y el miedo.
¿Qué estamos haciendo los educadores -padres y docentes- para resolver estos tres venenos en nuestros niños y adolescentes? ¿Somos esas manos dispuestas a curar a nuestros hijos y a nuestros educandos o más bien esa mano que daña por nuestra forma de relacionarnos con ellos y ellas? (Y este daño va desde el paternalismo y la sobreprotección, la defensa de su impunidad si son agresores hasta el deseo de ajusticiamiento y no de justicia si son las víctimas de la agresión).
¿Somos parte de ese milagro que rescata y renueva la esperanza para sujetar a la vida a los futuros ciudadanos de este país o somos cómplices de la generación de la desesperación que despierta monstruos y enemigos en la casa y en la escuela donde antes había ilusiones y sueños?
¿Promovemos activamente la atención necesaria a la gravedad de la violencia en la escuela para tratar de combatir la violencia social o nos importa más la venganza y el ajusticiamiento si estamos cerca de las víctimas agredidas o la defensa de la impunidad de los agresores si es que estamos de su lado? Como instituciones educativas y como docentes, ¿nos importa realmente abordar, visibilizar y combatir este gravísimo fenómeno de la violencia para formar a nuestros estudiantes en formas pacíficas y dialógicas de resolver sus conflictos o ponemos por encima de esta preocupación formativa la defensa del prestigio de nuestra escuela? ¿Entendemos y enfrentamos el problema con una visión pedagógica o tendemos a judicializar cualquier hecho de violencia escolar?
Habrá que seguir pensando y actuando desde la convicción de que siempre queda sitio para un milagro.
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