Opinión

A dos años de pandemia, resignifiquemos la experiencia

Miércoles, Marzo 30, 2022
Leer más sobre Guadalupe Chávez Ortiz
Este aniversario es una oportunidad para resignificar esta dolorosa experiencia que hemos vivido
Doctora en Investigación Psicológica por la Ibero Puebla, maestra en Estudios Sociales y Políticos por la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile, y maestra en Psicología Clínica y Psicoterapia por la Ibero Puebla, donde es actualmente directora del Departamento de Ciencias de la Salud. 
A dos años de pandemia, resignifiquemos la experiencia

Los aniversarios suelen ser momentos que dan la oportunidad de indagar en el corazón sensaciones, emociones, rostros y vivencias; suelen ser incluso una oportunidad para recordar, añorar e incluso para sanar. Durante estos días se cumplen dos años del inicio de la pandemia, fecha que podríamos utilizar para reflexionar todo lo que hemos vivido. Volcar la mirada al pasado podría ser una oportunidad para resignificar esta dolorosa experiencia que como humanidad hemos vivido.

Seguramente durante la pandemia existieron situaciones difíciles, inciertas y dolorosas. La incertidumbre inicial de no saber la manera de cómo se contagiaba el virus, de no tener certeza de cuánto duraría la pandemia, comenzábamos a escuchar cotidianamente a las 7 de la noche la conferencia de prensa del secretario de Salud; los primeros meses con mucho temor porque las cifras de muertes a nivel mundial comenzaban a incrementarse, los fallecidos no sólo eran desconocidos, sino que muchas familias comenzaban a vivir en carne propia las pérdidas por la Covid-19, muchos duelos inconclusos sin posibilidad de despedirse, sin ritos, familias que dolorosamente perdían a muchos integrantes.

Por otro lado, la incertidumbre seguía creciendo cuando veíamos a nuestro alrededor que algunas tiendas, restaurantes, escuelas comenzaban a cerrar, mucha gente experimentó el desempleo, el recorte salarial, los trabajadores informales también sufrían pérdidas en su economía, algunas familias ya no contaban con recursos para pagar las rentas o solventar los gastos cotidianos; algunos perdieron todo y a todos.

En este mismo sentido, los estudiantes tuvieron que adaptarse de manera precipitada a la modalidad de estudiar en casa lo que provocó cambio de hábitos en las familias. Se incrementó el trabajo en los hogares: más trastes, aumento de horas en la cocina, mayor gasto para cubrir los alimentos, mayor uso de luz, gas; e incluso la adaptación del internet y espacio para tomar las clases se tornaba complejo. Cabe destacar que para algunas familias los cambios implicaron dificultades por la imposibilidad de contar con sitios adecuados para que todos los integrantes de la familia convivieran de manera armónica; en algunas parejas se incrementó la violencia por las tensiones previas o por la imposibilidad de reajustar los hábitos a la nueva dinámica familiar y económica, se sabe incluso que la pandemia provocó aumento de la ingesta de alcohol, factor que también jugó un papel importante en la violencia intrafamiliar.

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De igual manera, muchas empresas, universidades e industrias comenzaban a aplicar el teletrabajo. Este cambio repentino implicó para muchos trabajadores adaptar sus espacios domésticos como oficinas, los dormitorios, los comedores, las cocinas incluso comenzaron a tener una doble función. Esta improvisación de espacios también implicó negociar al interior de los hogares, los horarios del uso del internet, el silencio cuando la mamá o el papá se encontraba en alguna reunión virtual y no prender otros dispositivos sobre todo cuando la reunión era con los jefes o supervisores.

Algunas de las consecuencias que esta pandemia nos dejó fueron: cambios en los hábitos de sueño, muchas personas experimentaron insomnio por primera vez en su vida, incluso las y los niños referían tener dificultades para conciliarlo. De igual forma, el cansancio se reflejó en la vida cotidiana, algunos con el teletrabajo experimentaron lo que se conoce como fatiga de las videollamadas, la sensación de sentirse invadidos en el espacio personal; y mantener la atención permanente por varias horas les generó ansiedad y estrés. Así mismo, el sedentarismo se apoderó de la vida de muchas personas sin perdonar edad, pues incluso los más pequeños vieron mermada la posibilidad de moverse en los espacios públicos, más aún, las personas adultas con el home office mantenían su actividad frente a las pantallas durante toda la jornada laboral, por supuesto que con esto se vio afectada tanto la salud física como la salud emocional.

Finalmente, es importante visualizar los aprendizajes que esta pandemia nos ha dejado. Algunas personas han referido a nivel personal que les permitió pasar más tiempo en familia dando oportunidad a conocerse más, reencontrarse con los suyos, aprender a convivir, ser empáticos, recuperar tiempo para disfrutar de juegos de mesa, oír música, ver películas; a nivel social les permitió reencuentro con vecinos, descubrir y reinventar nuevas formas de hacer comunidad, valorar la red familiar, descubrir nuevas estrategias de comunicación, descubrir que pese a todo cuentan con recursos personales, físicos y espirituales, pues aún con el dolor, la vida sigue.

Esta pandemia nos permitió darnos cuenta de lo fuerte que somos como seres humanos, de lo fuerte que somos como comunidad, que somos resilientes como humanidad , y somos una generación sobreviviente de una pandemia.

La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Sus comentarios son bienvenidos.

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