Opinión
Restan 22 meses al nuevo gobierno
Han pasado ya dos meses del nuevo gobierno de Sergio Salomón Céspedes y pareciera que la nueva administración aún está en el limbo.
Y sólo le quedan veintidós meses. ¿Es poco tiempo o es mucho?
Todo depende del análisis y en relación con qué.
Parece razonable que estos 60 días los haya ocupado el gobernador para su conocimiento del estado y la revisión de las condiciones de la administración que asume. Es explicable un periodo así, además, como de presentación en sociedad.
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Pero transcurrido este tiempo, en el horizonte no se avizora nada.
Heredó un equipo casi en la medianía, con excepción de tres elementos que rebasan con mucho, tal condición. El fiscal Gilberto Higuera, el secretario de Educación José Luis Sorcia y el titular de Salud, el doctor José Antonio Martínez García. El segundo, por cierto, político maduro y quizá el más culto del gabinete, debiera ser más aprovechado por el gobernador, dada su sensibilidad y conocimiento del medio poblano.
El gobernador tiene a su favor el llegar sin compromisos de cualquier índole. Otra ventaja es que desde la óptica del Congreso, de donde proviene, ha podido evaluar la eficiencia y resultados de los funcionarios de primer nivel. Otra más es que tiene los elementos para juzgar con perspectiva los cuatro años de gobierno idos y el estado en que estamos.
Es decir, está en una posición estratégica ideal para ser -legal, política y éticamente- el fiel de la balanza del poder en Puebla. Con su olfato político sin duda tiene bien identificados los claroscuros de los cuatro años que han pasado. Su condición le impone un natural control de daños, pero asimismo dejar su huella y preparar el terreno para una transición aterciopelada.
Esto último, es un imperativo político y moral para él: tiene potencialmente todos los elementos para que Morena permanezca en el poder, y para que su quehacer resulte bien calificado, tanto por los poblanos como por el Presidente en su carácter de líder moral de Morena.
Por todo esto, llama la atención la percepción que existe en Puebla de que el gobernador cede trozos de su poder legítimo a personajes como Jorge Estefan Chidiac y Pepe Chedrahui, aparte de oxigenar y reciclar a figuras negativas del morenovallismo.
Para empezar, es bien sabido que el poder no se comparte. Cuando das la mano, corres el riesgo de que se lleven mano y antebrazo.
La vinculación con Chidiac contamina severamente al gobernante, por negativos antecedentes ganados a pulso (lo último, sus escandalosas grabaciones con Alito, su superior y maestro en asuntos malolientes a corrupción), su voraz apetito por el poder y los negocios y la muy fresca mancha que dejó en el no lejano gobierno de Pacheco Pulido. Este gobernante efímero, por cierto, dejó evidencias de cómo bastan cuatro meses para confirmar que, con aliados así y precisamente en Finanzas (la iglesia en manos de Lutero) su destino no era otro que el basurero de la historia.
No lo invento, el fallecido gobernante Barbosa muchas veces se refirió a las enormes trapacerías y negocios de tal nefasta pareja.
Es muy saludable la cercanía que de entrada ha tenido don Sergio Salomón con las directivas -que no dirigencias- partidistas, pero tendrá que utilizar todo el tiempo un cernidor para separar la paja del trigo. Y la verdad hay más paja que cereal. Los partidos en Puebla, lo sabemos, o viven riñas y conflictos internos, o no representan ni a sus parientes, cuando no resultan cascarones de huevos hueros.
Este es otro factor a favor del gobernante. No tiene pleitos con los partidos y tendrá la mesa puesta para cocinar sólo en los veintidós meses restantes.
La llegada abrupta pero fresca del nuevo gobernador abrió esperanzas de nuevos tiempos, de fondo y de forma. Puebla es cantera de elementos preparados, ha sido pésimamente calificada la importación de funcionarios de antecedentes dudosos de otras entidades.
Retomando la pregunta inicial: ¿son pocos o muchos los 22 meses que restan?
Así como el hombre hace relevante un cargo, y no al revés, con talento, aportación de ideas, innovación, honestidad por encima de todo y trabajo y más trabajo, el gobernador Sergio Salomón puede y está obligado a dejar una impronta profunda y trascendente de su gobierno.
El tiempo parece breve, pero frente a ello la imaginación de un gobernante, el compromiso personal y el esfuerzo, todo esto combinado con elementos humanos de su propia estirpe, constituyen un magnífico andamiaje para de la dificultad hacer virtud.
Y en desafíos de esta naturaleza, lo sabemos, no hay más límite para la imaginación que el cielo.
Pero es sumamente importante ganarle al tiempo. La agenda está abierta. Existen los medios, el clima político estatal y nacional es favorable, no se ven nubarrones en el horizonte.
Se impone, sin dilación un golpe sobre la mesa, un giro radical pero inteligente, con la ética por delante.
Puebla está ávida de ideas, de propuestas, de acciones. Cada día que pasa, si no se actúa, será un día perdido.
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