Opinión
¡Véame a los ojos!
Creía en la anciana; creyó en ella desde que la conoció hace cinco años por la misión de vida que la anciana asumió por voluntad propia, saturada de consciencia e impregnada de claridad mental, de imperturbable forma, manera inamovible y plazo duradero. La anciana parecía no cansarse a pesar del gran reto que representaba lo que le había interceptado a las circunstancias para hacerse cargo ella y sólo ella; tampoco se le agotaba el desafío porque el duelo era a muerte, ganando con la bondad de que su día a día se veía colmado de sentido y sustancia medular, que no le permitía rendirse ni distraerse de la vida.
La mujer llegó a envidiar a la anciana porque a ella sí se le acabó su profundo delirio y la gran lucha que tanto éxtasis le brindó ese universo entero en su interior, que concluyó un día sin saber exactamente para dónde jalar y sin entender justamente qué seguía. Tenía años en la búsqueda de recuperar su corazón apasionado por algo que le diera sentido a sus días y noches, ¡lo que fuera!, y no lograba encontrarlo del todo.
En la última reunión con varias personas, incluida la anciana, discutían la incipiente sinrazón de ésta última, a quien ella se acercó y con gran afecto en forma de ruego para que le permitiera entrar en su corazón; la tomó de los hombros y con voz suave con un dejo de reclamo, le dijo:
“Míreme a los ojos. ¡Véame! Usted tiene una misión que no se le ha acabado, y que en su larga vida ha cumplido con total dedicación, garra y convicción. Usted no piensa, que eso que usted tiene, yo lo deseo ardientemente. ¡La envidio por tener algo que la mueva, que la inspire, que la obligue, que la jale, que la empuje: una ilusión, un sueño, una quimera, un proyecto de vida que yo no tengo!”
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El silencio se hizo. La anciana, sin verla a los ojos, perturbada por la confesión, volteó el rostro al suelo y al cielo sin emitir sonido. Las demás no supieron qué hacer ante la revelación de que, por lo menos una de ellas, estaba consciente de que le faltaba lo que todas carecían: un sentido apasionado, ardiente, palpitante y entregado a la vida.
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