Opinión

Vida intelectual, el arte de pensar en resistencia

Miércoles, Marzo 16, 2022
Leer más sobre Manuel Antonio Silva de la Rosa
Debemos gestar un pensar original y dejarnos conducir por el devenir del pensar compartido
Licenciado y Maestro en Filosofía y Ciencias Sociales; e Ingeniero en Electrónica. Se desempeña como Coordinador del Programa Universitario Ignaciano en la Ibero Puebla y es profesor de cursos vinculados con Filosofía. Entre sus líneas de investigación se encuentran la Filosofía contemporánea, y de la Educación. 
Vida intelectual, el arte de pensar en resistencia

Pensar va más allá de una capacidad para poder competir con los demás. La vida intelectual no debe quedar reducida a una pedagogía extractivista, donde se extrae nuestra vida desde el rendimiento y la prisa, como si las cosas existieran para ser rebasadas. En la actualidad, los que queremos dedicar tiempo y espacio para poder pensar, nos arrebata la vida al estar haciendo algo, pero esa rapidez indica solamente un pensar mínimo. El impulso emancipador que tiene el pensar queda simplificado a una técnica competitiva que va sofocando el sentido y la fuerza de nuestra libertad para poder comprometernos e implicarnos con honestidad necesitamos estar atentos a las problemáticas de la realidad.

En un contexto, donde el ámbito académico nos exige, no sólo el dar clases, sino que se tiene que producir cierta cantidad de artículos al año, ir y crear coloquios, presentar proyectos de investigación, hacer informes, papeleo, gestión, sentarse en su escritorio para contestar correos, buscar financiamiento para poder generar proyectos, asistir a reuniones, figurar en comités etc., total, son un sinfín de cosas por hacer, que el pensar se acota a una simple gestión de nuestro comportamiento en cada actividad y lugar en el que asistimos. Tristemente hemos trasladado el pensar a la simple administración, organización y la gestión del conocimiento.

Este mecanismo en el que nos encontramos anclados, lo único que produce es una parálisis vertiginosa. Es un tiempo de prisa donde no hay tiempo para pensar desde y con los demás. Existe una apariencia de que estamos en movimiento, simulando que estamos construyendo una vida intelectual, recreando la vida, pero en el fondo estamos ajetreadamente dando vueltas en un lugar que se mantiene inmóvil. Esta dinámica en la que nos encontramos nos demanda que seamos capaces de gestar un pensar original, pero al mismo tiempo pone ciertas dificultades para dejarnos conducir por el devenir del pensar compartido.

El pensar no es una mera capacidad, en donde se pone en juego la competitividad, sino una actividad compartida, el que piensa está actuando, está realizando una acción, y toda acción significa movimiento y significa transformación. Es un pensar que transforma nuestra vida desde la relación de unos con otros y de unas con otras.  

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Es necesario reconocer la falta que nos hace en la academia, pensar desde la honestidad más que desde la carencia del reconocimiento. Este pensar a profundidad es desde la resistencia, resistimos para no quedar reducidos en comentarios simplistas. El pensamiento en resistencia es un modo de acción social, donde debemos de tomar en cuenta la experiencia del tiempo y el espacio y, además, indagar en la subjetividad del intelectual en cuanto a cuestiones sobre vocación, responsabilidad y estilo.

Es sumamente importante acoger la pregunta dialéctica que desarrolla Gadamer, en su libro Verdad y Método, para quien la clave está en sospechar aquello que dices que sabes. Es fundamental cuestionar nuestra manera de saber. Se requiere abrir espacio para plantear nuevas preguntas. Para que la resistencia del pensar compartido florezca es necesario cultivar y compartir en un diálogo fructífero la sospecha interna. Si bien, es necesario tener tiempo a solas para poder pensar, nuestro pensamiento no puede anquilosarse bajo el solipsismo. Para que el pensamiento sea creativo necesita de una resonancia y disonancia, requiere de un diálogo sincero y pausado. Pero este diálogo no es nada más un intercambio de ideas. No se trata de imponer verdades o dominar el pensamiento.

El arte de pensar desde la resistencia y en comunidad se forja en el horizonte de nuestras preguntas. Estas preguntas se potencializan en el arte de dejarnos llevar por una conversación. En ese juego dialéctico que tiene la conversación “el preguntar es más un padecer que un hacer. La pregunta se impone; llega un momento en que ya no se le puede seguir eludiendo ni permanecer en la opinión acostumbrada”. Para que la dialéctica del preguntar pueda ponerse de pie necesita del contacto con lo otro.

El autor es académico de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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