Opinión
Aspirantes serranos se encomiendan a Nacho Mier
No cabe duda. Nacho Mier cada vez concita más y mejores compañías. Es decir, todos quieren acompañarlo. Parecen verle espolones para gallo.
Una muestra de ello fue su gira por la Sierra Norte el pasado domingo 19 de marzo, cuando líderes –algunos- de la región sucumbieron a la seducción morenonachista.
Primero fue su encuentro con medios regionales. Amena. Generosa. Cordialísima. Con tiempo para echar bromas acerca de sus adversarios políticos. Alguien preguntó acerca de sus diferencias anteriores con el jefe del Poder Ejecutivo. ¿Con quién? Bromeó. El reportero cayó en la trampa. Le dijo nombre y apellido. Negó haber tenido diferencias con él. Quizá él las tuvo, yo no, asentó.
Luego habló de una serie de amenazas que presidentes municipales han estado sufriendo de parte de un funcionario del gobierno del estado para que cedan bardas para promocionar sus aspiraciones.
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¿Qué funcionario? Insistió el reportero curiosísimo. ¿Sí, se su nombre, pero… como se llama el funcionario? Le echó la bolita a Manzanilla. Manzanilla, boqueó. Transpiró. Le sudó la calva. No supo qué contestar. Risas. Al final Morenacho dijo que daría el nombre una vez que pase el 2024.
Luego se fue al Salón Casablanca, donde ya lo esperaba una multitud de gente que coreaban su nombre: ¡Nacho gobernador! ¡Nacho gobernador! Atronaban las voces en aquel clima frío de finales de invierno. ¡Ya no griten así porque ya me está gustando! Bromeó Nacho.
Luego vinieron los abrazos, las selfies. Las peticiones. Los “estamos a sus órdenes mi diputado”. Los apapachos. Nacho se dejaba querer.
Ya en Huauchinango, del brazo de Liliana Luna, la exdiputada morenovallista, esposa del exalcalde Gabriel Alvarado (el mismo que una vez dijo que era más galista que Tony Gali, ¿lo recuerda?) llegó al gimnasio de la Sección 39. Otra vez los abrazos, otra vez las selfies, otras ves los “estamos a sus órdenes señor Ignacio Mier”.
Al final arribó al restaurante de Gustavo Vargas, el primer expresidente municipal morenista. Lo recibieron una gran cantidad de mujeres. Puras mujeres. Bendito era Nacho Mier entre todas ellas. Un curandero tradicional le hizo una limpia a él y su comitiva (¿habrá sido para alejar las malas vibras que le dejó el evento de Gabriel Alvarado? Es lo más seguro). A él y a su hija Daniela Mier. A él y a Juan Pablo Piña Kurczyn. Manzanilla se hizo el remolón. Al final accedió. Luego Nacho Mier dijo que el humo del incienso salió rojo. Buena señal. “Quiere decir que somos gente buena. Y que los proyectos se van a consolidar. Si hubiera salido humo azul, quién sabe”. Risas.
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Dos exalcaldes, un aspirante
Pero el gran morbo de los huauchinanguenses surgió desde que se anunciaron dos eventos. El de Gabriel Alvarado (el galista más galista que Tony Gali. Lo dijo con su propia boquita en plena plaza pública en un arrebato de estupidez en pleno pandemónium morenogalista) y el de Gustavo Vargas, también con pasado marinista y morenovallista.
Uno, el galista más galista que Tony Gali, anunciaba su evento, en el Gimnasio Petrolero.
El otro, el neo morenista, anunciaba el propio en los altos del hotel que la plebe ha rebautizado como el “Hotel Ramo 33”.
Ufff.
Y en medio, la gente.
El galista más galista que Tony Gali, hay que reconocerlo, le metió gente a su evento. A fuerza de cañonazos de a 300 pesos, cuchicheaban sus detractores. Haiga sido como haiga sido, le metió gente. Gustavo no se quedó atrás. Le llenó de féminas su restaurante. Las mujeres, escandalositas como son, le hicieron tremenda bulla a Nacho, quien se veía feliz.
¿Quién ganó en este duelo de eventos?
Nadie. O más bien los dos.
Al final, ya lo dijo Nacho. En su proyecto caben todos. Tirios y troyanos. Morenos y priistas. Morenovallistas y armentistas. Y –faltaba más- los galistas, que ahora se pueden contar con los dedos de la mano.
Al final, ya lo sabemos todos. Es un error vivir fuera del presupuesto. ¡A huevo!
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Saludos placenteros
A grandes amigos, como Fernando Crisanto, fue posible saludar en los eventos. Fue un placer. Ya hacía falta alguien con experiencia para ayudar a Morenacho en sus filas.
También pude saludar a Héctor Hugo Cruz Salazar, subdirector de Cambio e hijo de otro gran amigo huauchinanguense: Arturo Cruz Oropeza. Celebro que comience una gran amistad.
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De cómo Gabrielito enloqueció
Debo aclarar algo. Esta columna la escribí desde el mismo domingo, una vez terminada la gira de Morenacho por Huauchinango. Por la noche, metido en el encuentro de béisbol entre México y Japón, me sorprendieron varios mensajes a mi Facebook y WhatsApp. Varios amigos y colegas periodistas me enviaban una captura de pantalla donde Gabriel Alvarado decía barbaridades de mí. Que, si yo me apellidaba Madrid, en lugar de De la Madrid (¿?) y que si yo había sido jefe de prensa de Carlos Martínez Amador. Y que si los caciques y que si estaba yo enojado por el éxito de su evento.
Llegué a pensar que Gabriel estaba ingiriendo algún psicotrópico. Luego caí en cuenta que Gabrielito (sí, el mismo que una vez, en un arrebato de estupidez dijo que era “Más galista que Tony Gali”) se enojó porque a lo largo del día estuve publicando en mi cuenta personal de Facebook varios momentos de la gira de Nacho Mier y entre ellas puse una graciosísima: En el evento de Gustavo Vargas, que es enemigo político acérrimo de Gabrielito, un curandero le hizo limpias a Nacho Mier y su equipo. Publiqué la foto con este pie: “Señor, quítale todas las malas vibras del evento de Gabriel”. Dicen que enfureció y con su característico hablar de junior de la política, se puso a buscar una foto mía y a escribir barbaridades.
Una cosa hay que aclarar: Fui jefe de prensa de Carlos Martínez Amador, hoy dirigente del PRD estatal, ¡hace dieciocho años! cuando fue presidente municipal. ¿En serio cree que fue por ello que yo hice publicaciones críticas hacia su evento? Ufff.
Por lo demás, hay que aclarar que quien busca un cargo público es él (o su esposa la exdiputada Liliana Luna, aunque es tan protagónico que no la deja brillar). En este sentido, hay que aclarar que fue el mismo Nacho Mier quien lo regañó porque Gabrielito, desatentísimo, ni siquiera le dio la palabra a su mujer. Y para finalizar, Nacho Mier dijo algo que dejó a Gabrielito pensando: “Aquí se han sumado quienes buscan una transformación del estado, no quienes quieren puestos. Los que busquen puestos que se vayan al mercado, ahí todavía hay”.
Que entienda el que pueda.
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