Opinión

¡No dejes de luchar!

Miércoles, Marzo 8, 2023
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Querida amiga, ¡no te des por derrotada!, denuncia hasta que te escuchen
Periodista y analista político. Licenciado en Periodismo por la Carlos Septién y Maestrante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNAM. Catedrático. Escribe en diversos espacios de comunicación. Medios en los que ha colaborado: Reforma, Notimex, Milenio, Grupo Editorial Expansión y Radio Fórmula.
¡No dejes de luchar!

Qué triste tu caso, querida amiga. Te humillaron hasta el cansancio. Te hostigaron, te acosaron, te siguieron, te dejaron sin trabajo. Te despidieron con una liquidación de miedo. Una vez más, el presunto persecutor quedó impune.

Te obligaron a ser parte de un instituto político y dijiste que no; aunque simpatizabas, nunca te interesó integrarte a nada. Los dogmas nunca fueron lo tuyo. Tu libertad de creencia, tu espacio democrático, tu dignidad está por encima de todo. Pagaste demasiado caro.

Ni las mujeres te defendieron. Dijeron que son causas perdidas: “Es luchar contra un gigante”, “Tiene la protección de arriba…”, “Es una autoridad muy importante…”, “Prácticamente es intocable…”, “Pronto será un hueso duro…”. Argumentos de sobra.

La presión fue creciendo. Te sentías atrapada, cercada, acechada. Te ponían trampas por todos lados. Acudir a terapias sicológicas fue uno de tus refugios. ¿Dónde encontrar la salida?

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Viviste el síndrome de la mujer violentada: “Mejor no hablo, no vaya a ser que…”, “Nadie va a creer en mi…”, “Las leyes no estarán de mi lado…”, “No peso tanto como él…”. Te sentiste responsable, culpable de una mala experiencia de vida.

¿Y las mujeres bien posicionadas, en los cargos adecuados, con posiciones de privilegio? Bien, gracias. Casi te gritaban: “Atiende tu caso…”, “Estamos muy ocupadas en lo nuestro…”, Tu asunto no nos alienta, no nos ayuda, no nos sirve, no nos impulsa…”. Privilegios son privilegios. Como si hubiese mujeres mundanas y mujeres del primer mundo.

Hoy te vas con las lágrimas en la bolsa, lágrimas que derramaste poco a poco, gota a gota, pero a mares, a escondidas, a sabiendas que nadie hizo nada por ti. Esa es tu historia, pero también la historia de decenas de mujeres que prefieren decir: “hasta aquí”, que seguir sufriendo.

Tus padres lloraron contigo, se llenaron de miedo, miedo a la incertidumbre de tu integridad personal, miedo a tu futuro laboral, miedo de ver a una hija atrapada en acusaciones sin sentido. Miedo de ver a una joven prácticamente derrotada.

Y mientras tanto, el presunto acosador, el presunto hostigador, se lame los bigotes por haber triunfado, por haberle ganado la partida a una simple, triste y desesperada mujer que simplemente no pudo, no quiso continuar esta batalla.

Mañana, eso sí, la sociedad lo tendrá de líder carismático, de político sin mancha, de funcionario incólume, sin registros negativos en su Hoja de Vida; quizá legisle, quizá se inserte en el mundo electoral, quizá sea más que un simple empleadillo. Quizá, quizá, quizá.

Esta es una historia real y ficticia, nueva y vieja, cercana y lejana, llena de dudas y de certezas, pero es una más, una de tantas que no dejan de preocupar. Historias que deben terminar.

Querida amiga, ¡no te des por derrotada!, denuncia hasta que te escuchen, denuncia aunque sólo una persona te escuche, denuncia para evitar que otra corra con la misma suerte, ¡no dejes de luchar!

Quien tenga ojos, que vea; quien tenga oídos, que escuche; quien tenga responsabilidades que cumpla con su trabajo porque esto no es un juego. Es un asunto que hiere a todos.

@elmerando

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