Opinión
Sergio Salomón, una comparación odiosa
Dicen que las comparaciones son odiosas. Y de qué manera. No obstante, hay comparaciones que además de odiosas son obligadas.
Una comparación obligada (y odiosa) tuvo que haberse dado el pasado miércoles, cuando el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina estuvo en Xicotepec de Juárez, municipio ubicado en la Sierra Norte.
Vea el lector si no:
El nuevo gobernador, oriundo de Tepeaca, llegó con ganas de hacer giras en serio. No fue una gira de pisa y corre, como las que nos tenía acostumbrados el difunto gobernador Barbosa. No fue una gira de guardar distancias, como nos tenía acostumbrados su antecesor. No fue una gira de regaños, malas caras, vendettas políticas, desplantes, exceso de guaruras y discursos falaces. No. Esta gira fue todo lo contrario.
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Y no es que quiera uno halagar de más al exlegislador por Tepeaca, pero para el buen observador, la liturgia cespediana inauguró el regreso de la política profesional.
Primero, el gobernador llegó sin prisas. Con ganas de saludar a quien se le pusiera enfrente. Barbosa no saludaba ni a su esposa. Cordial, atento, cercano a la gente, Céspedes, avanza y a cada paso saluda, abraza, obsequia guiños, reparte espaldarazos. A Barbosa había que verlo de lejos, con riesgo de que, en una de esas, te tirara un guamazo.
Céspedes se deja querer. Tiene razón, no a cada rato se es gobernador. Le da su tiempo y lugar a cada secretario (quizá porque el mismo sufrió la marginación barbosista) para que de su discurso, para que coquetee con la gente, para que se dé a querer también. Y sí. les da su tiempo y espacio a los presidentes municipales, diputados, delegados. Los halaga, los reconoce públicamente, los deja moverse y jugar su papel. Unas mujeres llegan para colocarle una guirnalda y collares de flores, el recibe el ritual con respeto y beneplácito. A Barbosa le tocabas algo y te partían la madre sus guaruras.
Luego viene el discurso. Es de pacificación, de acercamiento, de cooperación mutua, de esperanza. Lupita Vargas, la alcaldesa de Xicotepec, le hace tres peticiones en su discurso. Céspedes en su momento, no solamente le dice que sí a una de sus peticiones, sino que pide que lo lleve a donde está el predio que necesita para el bachillerato “Ricardo Flores Magón”. Fueron hasta la colonia La Esperanza terminando el evento. El gobernador supervisó el predio. Vio los planos. Ufff. Si Barbosa hubiera hecho eso, seguramente pensaríamos que alguien lo habría estado suplantando.
Luego, unos padres de familia de Mecapalapa se acercan para exponerle una queja. Tienen tomada la telesecundaria Tomás Alva Edison, porque aseguran que el supervisor escolar, José Alejo Vázquez Herrera, “de trato déspota y prepotente”, corrió a uno de los maestros que estaban y el otro se encuentra de permiso. Dos aulas vacías con alumnos de tercer grado a punto de salir. Erick Huidobro, representante de la comisión de paterfamilias teme por su integridad. Se lo dice al mandatario. Responsabiliza a Vázquez Herrera y Carlos García López. El gobernador los escucha atento. Parece entenderlos. Luego se compromete a que esta misma semana los nuevos maestros estarán llegando a la escuela. Pide a cambio que abran la escuela. Los maestros aceptan. Deja claro también, que no tolerará que haya supervisores de esa calaña. En otro tiempo, esos mismos maestros hubieran sido llamados “revoltosos” y en una de esas “hijos de la chingada”. Uffff de nuevo.
En fin, que el nuevo gobernador tiene ganas de ser gobernador en serio. No usa el micrófono para decir que “ahora el gobierno ya no es como antes, ahora somos un gobierno que trabajamos para la gente”. El sencillamente lo hace. Y eso, se nota.
***
¿Y los amarres politicos, papá?
Ahora que si ganas de acercamientos tiene Céspedes, en una de esas hasta se pasa. Y si no, cómo explicar que se haya reunido, junto con el secretario de Gobernación, Julio Huerta con Carlos Barragán, uno de los aspirantes a la alcaldía de Xicotepec por Morena y acérrimo enemigo político de los Vargas.
Barragán, como viejo lobo de mar, exigió una foto, que luego difundió profusamente por las redes sociales, como para presumir el espaldarazo.
Pero Céspedes y Huerta, que no son ningunos novatos, visitaron posteriormente La Casa del Monje (¿o fue antes?) donde habita sus anhelos don Ardelio Vargas, padre de la alcaldesa Lupita Vargas, y también aspirante a la alcaldía de Xicotepec. Ardelio, con mucho más colmillo político, evitó que hubiera una fotografía de por medio. No hace falta. Sabe de sobra que los amarres siempre deben ser cobijados por la penumbra de la certeza. Si no, no se le puede llamar amarre.
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