¿Quién es la mafia en el poder?

Por Proceso | Domingo, Marzo 24, 2019

No tiene nada de malo cenar en casa de un amigo, pero cuando ese amigo pone la mesa para reunir al presidente de México con el súper embajador de Estados Unidos, entonces el hecho despierta un significado cargado de relevancia. 

La cena entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y Jared Kushner en casa de Bernardo Gómez, principal directivo de la empresa Televisa, desentona en más de un sentido con la narrativa general del discurso sostenido durante años por el mandatario. 

Incomoda que esa precisa cena del miércoles pasado haya otorgado continuidad a un formato con pésima reputación: no había por qué suponer que Kushner mantendría una relación con la cúpula del nuevo gobierno mexicano en términos similares a los del pasado. 

 

Antes dejaron un saldo negativo los acuerdos en lo oscurito con el yerno de Donald Trump. Por ejemplo, la visita incómoda que hizo el magnate a nuestro país, siendo todavía candidato republicano, en agosto de 2016. Aquel día fueron agraviantes las palabras de Trump, las que pronunció en México y horas después en Phoenix, Arizona. 

 

Detrás de ese evento vergonzante hubo conversaciones ocultas entre Kushner y Luis Videgaray. A pesar del repudio público, el cual condujo a la renuncia del entonces secretario de Hacienda, ese modo oculto e informal de la conversación se mantuvo durante el resto del sexenio de Enrique Peña Nieto, cada ocasión levantando sospecha y recelo.

 

Sólo el transcurso del tiempo y las consecuencias de la cena del miércoles pasado permitirán a la opinión pública conocer los motivos de tan peculiar encuentro. Sin embargo, ninguno de los dos pueblos, ni el mexicano ni el estadunidense, se merecen el estilo opaco, tan característico de Trump, que hasta hoy le ha permitido vociferar con hiel en contra de México y los mexicanos, al tiempo que manda a su yerno para que unte miel sobre las heridas de nuestras espaldas. 

 

Pero no sólo la cita con Kushner llamó a la sorpresa, sino también el sitio donde el encuentro se llevó a cabo. El jefe del Estado mexicano y el yerno del presidente Trump no cenaron en el Palacio Nacional, sino en casa de un particular nada común ni corriente: Bernardo Gómez es el vicepresidente más poderoso de la empresa televisora con mayor audiencia de habla hispana en los dos países. 

Cuando al día siguiente se preguntó al presidente López Obrador sobre este exclusivo evento, el mandatario respondió sin dudar que Gómez es un amigo de ambos –suyo y de Kushner– y que todo mundo tiene derecho a cenar en casa de sus amigos. 

 

Acercamiento

En los corrillos de la política ya era noticia que Andrés Manuel López Obrador tenía una relación privilegiada con varios empresarios muy importantes del país, entre los que se encontraban los dueños y directivos de Televisa.

Sin embargo, en esta ocasión el presidente utilizó la palabra "amigo” para referirse a su anfitrión, y esa expresión hace evolucionar el vínculo entre ambos: potencia el privilegio porque la relación no sólo abarca el terreno de los intereses políticos mutuos, sino que involucra también las emociones íntimas.

En política es tan difícil seleccionar a los adversarios como a los aliados, pero aún en ese escabroso oficio es prerrogativa del ser humano elegir a los amigos más confiables