Entre la fantasía y la realidad

Por Milenio | Domingo, Octubre 14, 2018

JUEGO DE ESPEJOS Por: Federico Berrueto 

Hay que aspirar, pretender y anhelar la fantasía de un mundo mejor. Solo así pueden cambiar para bien las cosas. Cuando la pretensión no se acompaña de lo que se necesita para lograrlo, es común que sobrevenga el desencanto y la frustración. El carácter obliga a entender la realidad y a persistir por los estrechos derroteros que la circunstancia impone. Así es la vida, así es la política. El enojo no puede ser la respuesta a la crítica propia de un país con libertades. López Obrador cuenta con un amplio aval ciudadano.

Tendrá que acostumbrarse al escrutinio de los medios de comunicación, bien o mal intencionados, auténticos o interesados. Así es el juego de la democracia y nada hay que lo impida. Tiene derecho a la respuesta o a la réplica, enojosa si se quiere, pero así se hace; ningún beneficio deja quizá intimidar a algunos, quizá a no pocos.

A la larga es una lucha perdida. Los hombres del poder se van, no así el escrutinio ni los profesionales del oficio. Es cierto que la crítica con frecuencia atiende a lo superficial. Los medios son negocio y viven de la noticia, del auditorio, del lector o del público. Es difícil que la complacencia de los medios sea consecuente con sus propósitos comerciales, incluso con su tarea social de informar, observar, opinar, reconocer y, si es el caso, criticar. En lo que va de la transición no ha habido conspiración y difícilmente la habrá. Lo que sí ha ocurrido es un protagonismo del nuevo equipo de gobierno y del Presidente electo, lo que ha dado lugar a la cobertura editorial y noticiosa de su quehacer.

López Obrador tiene frente a sí el camino de la polarización o el de asumir la representación del conjunto nacional, hacer valer el mandato que deviene del voto mayoritario, pero también actuar con un ánimo de respeto al que diciente o se opone. Dadas las condiciones de su triunfo no hay razón para exasperarse, aún con la crítica frívola o mal intencionada.

Su argumento de que la mafia del poder ha emprendido una campaña de desprestigio no es válido, salvo que el semanario Proceso sea la punta de lanza de tal embestida. Lo mejor para el nuevo gobierno y López Obrador es irse haciendo a la idea de la tarea de los medios. Desde luego que hay derecho a la réplica y al debate con los medios, y aunque no es lo mejor, es parte del juego del poder; mucho más cuando media el respeto, la claridad y la honestidad en el argumento. De los medios, aunque deseable, no se puede esperar, sí de quien detenta el poder.

Los temas de la transición son un bocado para el debate y la crítica. Llegó el momento de gobernar, decidir y optar. La demagogia propia del momento electoral se desvanece frente la aritmética de los recursos y de las metas de gobierno. Se busca el voto para cambiar y mejorar, mucho más cuando se es opositor. Son seis largos o cortos años, según se vea, para honrar el anhelo popular por un mejor gobierno, por un mejor país. La impaciencia bien administrada no es mala compañera de viaje. Permite optimizar tiempos e imprimir todo el empeño desde el inicio en esa mística muy singular de López Obrador.

Se trata de jerarquizar y resolver con sentido común. Como ejemplo, es una decisión afortunada la postura del futuro secretario de comunicaciones, el ingeniero Jiménez Espriú, de fortalecer la capacidad de atender el tráfico aéreo del valle de México con mayor inversión al aeropuerto Benito Juárez y desde luego al de Toluca, al que con muy poco, operando dos pistas, se le puede llevar a atender más de 30 millones de pasajeros, en lugar de los 700 mil actuales.

Fueron razones económicas estrechas y un escenario no realista sobre el avance de obra y el inicio de las operaciones del nuevo aeropuerto las que hicieron que las líneas aéreas que operaban en Toluca se trasladaran al Benito Juárez. Es inexplicable la saturación de un aeropuerto cuando se tiene capacidad existente para mitigar el problema.

Un acierto es que de inicio el próximo secretario haya encontrado no la solución definitiva, pero sí una manera de resolver en el corto y mediano plazo el problema. A unas semanas de inicio del nuevo gobierno llegan momentos de planear con serenidad, realismo y visión lo que habrá de ser el arranque del gobierno.

El país en su conjunto, incluso quienes no votaron por López Obrador o partidos de su coalición están ávidos de un cambio para superar muchos de los problemas viejos y nuevos que lastiman el cuerpo nacional. Está en el próximo presidente dar curso a este anhelo