Consecuencias
Ausencia de autoridad que haga valer las normas, genera caos y violencia.
Recientemente fui invitado a un grupo de enfoque en la Universidad de las Américas Puebla, mi universidad, para entender la problemática y escuchar propuestas de solución al caos que resulta el estacionamiento en la escuela de mis hijos.
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Asistimos padres y madres de familia, con la única intención de proponer soluciones. El caos al que aludo en una escuela de Puebla, no es muy diferente al que vivimos diariamente en México en el trasporte público, estacionamientos públicos y privados donde no se respetan lugares para discapacitados o mujeres embarazadas, calles con vehículos estacionados justo debajo de la señal de No Estacionarse, los embotellamientos debidos a que todos queremos pasar primero, en lugar de hacerlo uno por uno, o la clásica doble fila.
Todo esto sucede no debido a la falta de leyes o reglamentos, eso existe. En el estacionamiento de la escuela de mis hijos, al igual que en el país en general, vivimos distintas clases de caos porque NO HAY CONSECUENCIAS.
Ni para quien deja su auto ocupando dos lugares en un estacionamiento escolar, ni para el secretario de comunicaciones y transportes, Gerardo Ruiz Esparza, por su responsabilidad en el infame “socavón de Cuernavaca”, donde fallecieron dos personas.
El señor debiera estar en la cárcel o al menos sujeto a proceso, junto con muchos otros responsables: constructores, supervisores de obra, auditores de la Secretaria de la Función Pública.
Sin consecuencias no cambia el caos.
Si no duele en el bolsillo, en la libertad o en el prestigio, no se modifican comportamientos.
Si reina la corrupción se vive en impunidad y el resultado es el caos social y la violencia.
Porque donde no hay una autoridad que haga valer las leyes y las reglas, y que imponga sanciones ejemplares a quienes incurran en faltas, se genera la rabia e indignación social, que repercute en violencia al ejercer justicia por propia mano.
Lo mismo unos padres de familia peleando a puño limpio por una mentada de madre en el estacionamiento escolar, que una balacera en un semáforo por una seña obscena.
El vacío de autoridad genera una escalada de violencia y promueve una convivencia basada en la ley del más gandalla, ni siquiera en la del más fuerte.
Sin lugar a dudas todo comienza con una mejor educación en casa, basada en valores como el respeto, la corresponsabilidad, la solidaridad y la empatía; se continúa con una adecuada instrucción en las escuelas, haciéndoles ver a los niños y jóvenes la importancia de los límites, el respeto a los demás y a la autoridad; y además, dentro del marco de la propia disciplina escolar, mostrarles el alcance de sus actos cuando pasan los límites de sus derechos.
La máxima de la convivencia humana debiera ser: tu derecho termina donde comienza el mío.
Principio elemental del bien común y de la paz social.
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