La farsa de la consulta

Por Milenio | Domingo, Octubre 21, 2018

JUEGO DE ESPEJOS Por: Federico Berrueto 

La consulta para decidir la solución a la saturación del aeropuerto Benito Juárez resultó una farsa. La irrupción del Presidente electo defendiendo la propuesta de Santa Lucía dejó en claro lo que ya se advertía en sus colaboradores: ni los organizadores ni el promotor ni sus colaboradores soportaron el código de imparcialidad. A pesar de que la postura mayoritaria de la población es la continuidad de las obras del nuevo aeropuerto de Texcoco, según constatan las encuestas publicadas, el líder moral ya dio línea para orientar el resultado.

Más simple hubiera resultado decir que el voto mayoritario le concedió la autoridad para honrar un compromiso de campaña y que por ello se cancelaba el proyecto en curso. El problema es la simulación. Si así será el signo del nuevo gobierno, preocupantes son los tiempos que vienen. El ahorro que presume el Presidente electo que tendría la solución de Santa Lucía es hipotético, porque no hay proyecto de obra, porque hay muchos costos todavía por conocer, como son la infraestructura vial para acceder, además del inconveniente de distribuir el tráfico en tres distintos y lejanos aerdromos de segunda calidad.

Lo que sí es realidad es que abandonar la obra de Texcoco es tirar a la basura al menos 100 mil millones de pesos y no se diga, la credibilidad del próximo gobierno ante el mundo inversionista.

Cancelar la obra compromete la confiabilidad de las nuevas autoridades. La farsa tiene su génesis en la oposición del sector empresarial a la cancelación de la obra desde la campaña. Se pretende hacer creer que es el pueblo el que decide cuándo es el Presidente electo quien rechaza la obra, quizá por la información que tenga sobre la compra de terrenos previa al inicio del proyecto. Es innecesario arroparse en una falsa consulta.

El voto le da tal poder, aunque sea un error mayor. El tema de discusión sí es la consulta como tal y también lo que se va a decidir. La consulta es relevante porque se establece un precedente preocupante en extremo por la manipulación y el engaño de por medio. Una sociedad complaciente, una oposición impotente, sin los contrapesos derivados del desenlace de la elección pasada, abre espacio al peor de los escenarios.

Queda claro que en el interior del futuro grupo ganador no hay capacidad para contener los excesos del líder, más bien al contrario, sirven e impulsan el error manifiesto a partir de un culto al jefe que remite a las formas más primitivas de la política.

También es relevante lo que se va a resolver. Ir contra la razón y la lógica de las cosas, común en el voluntarismo, lleva al desastre. Primero al económico, después al social y luego al político.

El nuevo grupo gobernante debe encontrar fórmulas para contener la imposición del líder y llevar el proyecto al mejor de los destinos. Sí es necesaria una renovación nacional, también recuperar un sentido de ética rigurosa en el servicio público y en el ejercicio de la política. Muchos ven en López Obrador el líder para cumplir tal exigencia. Tiene carácter y determinación, ni duda cabe, pero si se le deja dar rienda suelta a sus prejuicios y visión arcaica de la economía y autoritaria de la política se malogrará el proyecto. Los problemas del país son reales. La descomposición llega a muchos espacios del tejido institucional. Pero también hay fortalezas significativas en lo público y en la sociedad. Ganar terreno a la adversidad no ocurrirá con la polarización ni el maniqueísmo. Así se pueden ganar elecciones, ni duda cabe, pero difícilmente se puede gobernar o transformar.

 

El nuevo grupo gobernante debe emprender un examen riguroso de las opciones y del programa, el enorme capital político que tienen les da para mucho, no para conspirar contra sí mismos por ir contra la razón, como está ocurriendo en la farsa de consulta. De ocurrir el desenlace previsible, esto es la cancelación de la obra de Texcoco, quedará para el sector empresarial definir los términos de su relación con el gobierno.

 

 No hay lugar para declaración de guerra, pero sí para dejar en claro que las condiciones para la inversión y la participación en los proyectos que el país requiere se asocian a la confianza y a la certeza de derechos. La sociedad civil también tiene el desafío de participar activa y eficazmente en el freno al abuso.

Los medios de comunicación deben ser un espacio de escrutinio, tarea que se ha realizado hasta hoy de manera honrosa. Para las autoridades es un reto actuar con prudencia frente a la crítica.

No hay conspiración ni mano negra, es la expresión propia del ejercicio de las libertades, mucho más cuando el poder se ejerce sin contención.