De Canoa a Actlán, linchamientos del nuevo siglo

Por Eje Central | Viernes, Septiembre 14, 2018

Jair Ávalos/Eje Central

En 1968, cinco trabajadores universitarios poblanos fueron confundidos con estudiantes y acusados de comunistas. Dos de ellos fueron asesinados a machetazos por la comunidad. Cincuenta años después, a 186 kilómetros de distancia, dos hombres fueron acusados por los pobladores de robar niños. Fueron quemados vivos, uno era campesino y el otro estudiante.

En 2010, al mismo tiempo en que los niveles de violencia aumentaron en el país, los linchamientos también crecieron en comunidades donde hasta siete de cada 10 personas viven en extrema pobreza. Así, quemar viva a una o varias personas o golpearla hasta morir se convirtió en una válvula de escape ante la impunidad en pueblos acechados, ya sea por el narcotráfico, huachicoleros o ladrones.

Canoa, miedo e intolerancia

Sábado 14 de septiembre de 1968. Ese fin de semana era puente por tener días feriados: el domingo era la noche del Grito de Independencia y el lunes, el desfile, así se extendía el descanso. En ese año los festejos patrios cobraron un significado especial, pues desde julio había manifestaciones de estudiantes y una confrontación directa con el gobierno que encabezaba Gustavo Díaz Ordaz, un hombre tan conservador como su tierra, Puebla, un estado en el que se propiciaba la represión de la protesta, y donde los militares cacheteaban a estudiantes y profesores y los regresaban a cada facultad.

Aprovechando el fin de semana largo, cinco trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla quisieron escalar el cerro de La Malinche y se dirigieron a San Miguel Canoa, a 17 kilómetros de la capital y por donde se encuentra uno de los caminos para escalar ese volcán.

Pero todo salió mal. Julián, Miguel, Roberto, Jesús y Ramón fueron acusados por la comunidad de ser comunistas, algo que ni los asesinos comprendían por completo, y se abalanzaron sobre ellos. El párroco de la iglesia del pueblo había azuzado a la comunidad. Sólo los tres primeros sobrevivieron, Jesús y Ramón no. Los pobladores también mataron a Lucas y Odilón, dos campesinos de la zona que les dieron albergue a los visitantes porque esa noche llovía. Los detenidos pronto salieron libres.

También en Puebla, pero casi 50 años después y a tres horas y media de distancia, Alberto y Ricardo fueron linchados. Los pobladores de Acatlán de Osorio (a 250 kilómetros al sureste de la Ciudad de México) se dejaron llevar por los rumores de que eran robaniños, pero uno era campesino y su sobrino estudiante. Esta vez no hubo que esperar los periódicos para enterarse, su muerte fue transmitida en vivo por Facebook y ninguna autoridad los auxilió.

La explicación para este fenómeno en crecimiento es muy sencilla: las carencias sociales junto con la ausencia de Estado que deja una estela de impunidad.

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