La política de la rabia

Por Excélsior | Viernes, Mayo 25, 2018

Lo que me parece es que su enojo es hoy un lugar común en nuestra cotidianidad política. La política de los enojados es la política de la sinrazón. Es la que eligió a James Carter sobre Gerald Ford. Qué absurdo. Es la que eligió a George Bush hijo sobre Al Gore. Qué insensatez. Es la que eligió a Vicente Fox sobre Francisco Labastida. Qué desperdicio. Y es la que eligió a Clement Attlee sobre Winston Churchill. Qué injusticia.

La política de nuestros días se encuentra confusa, entre otras causas por la ausencia de una conceptualización científica y sistemática de su naturaleza y de su movimiento. Debiera suceder en la vida política que, frente a lo funesto, se pueda aplicar la terapéutica que prevenga, que alivie o que mitigue, así como el placebo que serene, que aplaque y que suavice.

La elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos es una muestra de la desalineación de los sistemas. Ya no embonan, adecuadamente, los sistemas políticos con los económicos, con los sociales y con los culturales. Ello contribuye al enojo.

Los sistemas políticos viven en una participación creciente, propia del siglo XXI. No sólo me refiero a la sofisticación alcanzada por algunos sistemas nacionales que han transitado de la democracia elemental a la democracia proporcional y a los estadios que he llamado democracia molecular, estructural, polimeral, secundaria y virtual. También me refiero al intenso uso actual de los medios y las redes, así como a la participación ciudadana directa.

Por el contrario, los sistemas económicos hoy viven en un liberalismo rancio, propio del siglo XIX. El liberalismo ya casi no tiene contrapesos. Ello ha provocado las principales crisis. Los sistemas sociales están viviendo en un idealismo propio del siglo XX. En un mismo país, Barack Obama promueve la seguridad médica y Donald Trump promete derribarla. Eligen a un presidente afroamericano y, en tan sólo la siguiente elección, eligieron a un presidente racista. Y los sistemas culturales, hoy residen en una referencia temporal imprecisa y difusa.

Todo esto ha producido enojo social entre las masas, como ha sucedido en México, en Estados Unidos y en otras latitudes. De la misma manera, produce imprevisión en las élites, como lo prueban los errores de pronóstico en la elección norteamericana, en el Brexit de Reino Unido y en el referéndum colombiano. Nos cuesta trabajo pensar que existan mayorías electoras que voten por la segregación, por el aislamiento o por la guerra.

Desde niño, siempre me inclinaron por la lógica. A lo largo de la vida, creo que eso me ha servido en algunos tiempos y me ha estorbado en otros. Mi ilógica afición por la lógica me ha ayudado cuando han sido lógicos los tiempos y las circunstancias, los gobernantes y los jueces, la política y la economía. Es, entonces, cuando nos resulta fácil predecir, decidir y actuar.

Pero mi ilógica afición por la lógica me ha llevado al chasco en muchas ocasiones. Por seguir “mi-lógica” estaba seguro que Escocia se escindiría del Reino Unido, que Colombia votaría por la paz, que nunca se daría el Brexit y que Trump perdería. ¡Qué bueno que no soy apostador!

Por esa misma razón, en marzo de 1994, yo me sentí como un estúpido cuando Carlos Salinas optó por Ernesto Zedillo y mi mente me decía que iban a terminar muy mal. Casi todos los salinistas estaban felices y yo, que estaba entre ellos, me sentía como un equivocado. Pero en marzo de 1995 me convencí de que mi salud mental no se había extraviado. Con la ilógica detención de Raúl Salinas mi mente comprobó que Carlos y Ernesto terminarían muy mal.

Me preocupa mucho la rabia porque creo que es un síntoma y no una enfermedad. La patología real se llama ensoñación y de allí resulta que unos estén enojados porque no los dejan soñar y otros estén enojados porque ya los despertaron. Pareciera que estoy haciendo una guasa de algo tan serio, pero trataré de explicarme y de ejemplificar con los dos últimos mencionados.

La realpolitik, la única en la que creo, le recomendaría al político sólo dos métodos para con los mexicanos.

Uno, despertarlos ya, para que no sueñen. Otro, sedarlos prolongadamente para que despierten hasta el próximo sexenio. Para lo primero, se requiere mucha valentía. Para lo segundo, se necesita mucha inteligencia. Ernesto Zedillo nos despertó bruscamente y Carlos Salinas nos adormeció largamente. Pero, ambos, como políticos realistas, aplicaron su propia política nacional de sueños.

http://www.excelsior.com.mx/opinion/jose-elias-romero-apis/la-politica-de-la-rabia/1241123