Nerviosismo del morenovallismo se reflejó en la guerra de bots de ayer vs. Barbosa

Por La Jornada de Oriente | Martes, Febrero 20, 2018

Fermín Alejandro García/Cuitlatlán/La Jornada de Oriente

Dicen los enterados que varias encuestas serias, algunas en poder de la dirigencia nacional del PAN, han prendido los focos rojos en el cuarto de guerra de la virtual candidata panista a la gubernatura, Martha Erika Alonso, por aparecer en esos sondeos en empate técnico la coalición Por Puebla al Frente y a la coalición encabezada por Morena, junto con su seguro abanderado Luis Miguel Barbosa Huerta. Esa situación estaría colocando al morenovallismo en una ruta más crítica que la que enfrentaron Mario Marín Torres y su grupo político en la contienda de 2010, cuando el PRI perdió la titularidad del Poder Ejecutivo.

La situación es así: en 2010, en la etapa de precampañas y postulación de candidatos a la gubernatura, el entonces aspirante priista, Javier López Zavala, le llevaba una importante ventaja de más de 10 puntos al abanderado del PAN, Rafael Moreno Valle Rosas. Pero cuando ambos entraron a la campaña electoral de lleno, el PRI empezó a perder de manera acelerada su ventaja, en mucho por el desgaste que implicaban los negativos de la administración del entonces mandatario, Mario Marín.

El principal componente de ese desgaste era que Javier López Zavala era visto como una continuidad clara del marinismo, y Rafael Moreno Valle era la ruptura de ese posible cacicazgo político.

Ahora los papeles se han invertido respecto a lo que pasó en 2010, pero de manera más crítica para el PAN.

En el actual momento, de precampañas y definición de candidatos, el que estén empatados Martha Erika Alonso y Luis Miguel Barbosa Huerta implica que la panista llegará a la campaña electoral con un desgaste –provocado por siete años de gobiernos morenovallistas– más intenso, más alto, que el enfrentado por Javier López Zavala y el marinismo en 2010.

La historia de 2010 se repite, en el electorado se percibe un enojo, desanimo, por el intento de continuidad del morenovallismo de buscar imponer a Martha Erika Alonso como sucesora de su esposo, Rafael Moreno Valle Rosas. Algo muy parecido a lo que se cuestionaba hace siete años con López Zavala.

Y Luis Miguel Barbosa Huerta es visto como el único candidato que, junto con Morena, puede romper con ese maximato político del morenovallismo.

Solo que ahora el desgaste que hace siete años sufrió López Zavala cuando arrancó la campaña electoral ya está presente dos meses antes de iniciar el periodo oficial en que los partidos y candidatos salen a ganar, a conquistar, los votos del electorado.

En 2010 el mayor error de Javier López Zavala es que nunca se atrevió a romper con el marinismo.

Hace siete años, el abanderado del tricolor nunca pudo –ni por accidente– ser crítico en lo más mínimo de lo que pasó en el sexenio de Mario Marín Torres, quien era su mentor político, quien lo había llevado a los mejores cargos públicos de Puebla.

De nada sirvió que le llevaran a Javier López Zavala y al PRI una larga lista de estudios de opinión que demostraban, con cifras precisas, que si se generaba una ruptura con Mario Marín tenía posibilidades de revertir una parte importante de la mala percepción que tenía en amplios núcleos del electorado.

En 2018 se repite esa situación con Martha Erika Alonso: no tiene ningún margen de maniobra, ya que no puede ejercer ningún tipo de ruptura, alejamiento, crítica, cuestionamiento, contrapunto, de los excesos de poder, de los actos de corrupción, de los negativos del gobierno de su esposo.

Esa situación la pone en condición excesivamente crítica, ya que el desgaste de ser parte del núcleo íntimo del morenovallismo la coloca en una total desventaja contra Barbosa Huerta y el candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador.

Tal vez ese nerviosismo que ya hay en las filas del equipo electoral del PAN, de Martha Erika Alonso, se reflejó en la campaña de bots –mejor conocidos como rafabots– que ayer se desató contra Luis Miguel Barbosa Huerta, a quien se le ha querido acusar de que rebasó los gastos de la precampaña, que tenía como límite 7.1 millones de pesos.

La tendencia que generaron los atacantes morenovallistas, llamada #BarbosaMiente, se observa como una reacción desesperada de querer parar los ataques de Morena, que han sido más contundentes, luego de que fue primero está fuerza política la que evidenció el alto gasto propagandístico de la precampaña del PAN, que incluyó la pinta de cientos de bardas y anuncios en el transporte público, con imágenes y el nombre de Alonso.

Por ahora, se antoja poco probable que esos rafabots alivien las condiciones difíciles del proyecto político–electoral de la virtual abanderada panista.

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