Juntos (y respetuosos) pero no revueltos

Por El Sol de Puebla | Viernes, Febrero 16, 2018

Jorge Rodríguez/A puerta cerrada/El Sol de Puebla

Así están las cosas en el Partido Acción Nacional (PAN).

Si usted mira amables, sonrientes y comportándose en plan civilizado a los dos principales candidatos del partido blanquiazul en Puebla, Martha Érika Alonso Hidalgo y Eduardo Rivera Pérez, no es porque el aspirante a presidente municipal haya enterrado los acontecimientos del pasado a cambio de una presunta concesión política por parte del grupo en el poder.

Es cierto, como ha dicho la ex secretaria general del PAN, que entre ella y Rivera Pérez nunca ha habido una afrenta personal, pero la comunión de intereses en torno a los comicios no debe interpretarse como el hermanamiento del precandidato a edil de Puebla con el ex gobernador Rafael Moreno Valle.

Eso no ha ocurrido, ni ocurrirá.

Martha Érika y Eduardo acordaron participar juntos en esta contienda electoral; mostrarse cercanos, unidos; respetarse y brindarse apoyo solo en las condiciones necesarias.

El objetivo compartido es hacerse de la mayor cantidad de votos para tratar de ganar una elección que se sabe reñida y muy compleja.

Pero hasta ahí.

Cada uno definirá su estrategia de campaña, armará su equipo y desplegará su estructura.

Correrán en paralelo.

Eduardo Rivera ha pedido a sus colaboradores que no asuman la candidatura a la alcaldía como un obsequio de Moreno Valle, porque no lo es.

Según esta especie, fue el mismo Ricardo Anaya quien, como presidente del Comité Ejecutivo Nacional, le pidió al hoy precandidato que hiciera labor política de tierra para ganarse un sitio en la boleta electoral.

Esta versión anula aquella que asegura que Anaya no simpatiza con Rivera por los nexos de este último con Margarita Zavala y su proyecto presidencial.

Al margen de su relación con la esposa del ex presidente Felipe Calderón, las elecciones locales de Quintana Roo, en 2016, y el Estado de México, en 2017, le sirvieron al aspirante a alcalde para establecer vínculos directos con Anaya, que como dirigente nacional del partido estuvo a cargo de las contiendas en esas dos entidades.

Cuando Margarita Zavala abandonó el PAN, Eduardo Rivera se quedó dentro, sin hacer aspavientos ni pronunciarse en contra del dirigente, que al mismo tiempo era aspirante a la presidencia de la república.

Eso parece haber ratificado la confianza de Anaya en el yunquista, que acabó por hacer de mediador –vía Damián Zepeda—con el morenovallismo.

Esta es la historia que se cuenta entre los colaboradores del virtual abanderado a presidente municipal.

Por eso Rivera Pérez afirma en público que no hubo pacto de por medio para lograr la postulación.

En corto, asegura que la ganó.

Reconoce, sí, la valiosa interlocución del gobernador José Antonio Gali Fayad y de su hijo José Antonio Gali López en este proceso, así como la disposición de Martha Érika para ofrecer garantías de respeto.

Nada más.

Es muy posible que estas aseveraciones sean ciertas, que a diferencia de lo que se creyó en un principio, Eduardo Rivera y Moreno Valle sigan sin poder sentarse a una misma mesa y trazar planes juntos, de la mano, como si el pasado no hubiese existido.

Si el ex mandatario y el ex presidente municipal no guardaran recelos entre sí, los mini partidos que cobijarán a Alonso Hidalgo irían también en alianza con Rivera Pérez, y Rivera Pérez no estaría dejando en manos de los tribunales el prestigio de su nombre frente al pleito, patrocinado, que trae con el Congreso.

Como sea, usted seguirá mirando en plan civilizado a los dos principales contendientes del panismo.

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