El socavón de Mancera

Por | Domingo, Julio 23, 2017

JUEGO DE ESPEJOS Por: Federico Berrueto 

Tan es cierto que en la Ciudad de México no existen cárteles como lo es también para Estados Unidos. Si utilizamos el concepto en términos de control territorial y de la fuerza pública local, efectivamente no existen este tipo de organizaciones delictivas en ambos espacios. Lo que sí sabemos es que el consumo de drogas conlleva cadenas de distribución que por el volumen suelen ser quizá más poderosas que los cárteles. Cuando el comercio pequeño es masivo, deja de ser menor y tanto en Estados Unidos como en la Ciudad de México hay poderosas organizaciones criminales que controlan el comercio de drogas ilegales. Los mayoristas controlan el abasto, pero no la distribución.

En muchas partes del país, los cárteles y los distribuidores han evolucionado en sus expresiones violentas y acciones delictivas. La guerra entre organizaciones criminales, la represión militar, la impunidad y la venalidad en las instituciones de seguridad y justicia significa que el delito y la violencia vaya más allá de la producción o comercio de drogas ilegales. En muchas de las ciudades, los grupos asociados a las drogas andan por igual en la trata de blancas, tráfico de migrantes, venta de piso, extorsión y secuestro.

 

Con frecuencia, las autoridades buscan regatearle a la realidad sus expresiones delictivas. Es una constante y en eso el jefe de Gobierno de Ciudad de México no es excepción. Sus palabras han sido una constante: en la ciudad no existen cárteles. El operativo de Tláhuac revela que, si no los hay, todo es cuestión de definición. Como tal, el secretario de Marina le sacó las castañas del fuego a Mancera, un gesto para agradecer, más en estos tiempos de pretensiones electorales y de candidaturas inciertas.

 

El jefe de Ciudad de México cierra su ciclo con importantes realizaciones políticas. La prensa con él es generosa, más que la ciudadanía que le regatea reconocimiento debido a la deficiencia de los servicios, obras inconclusas, deficiente movilidad, inseguridad y violencia; aunque la haya, no se habla con tanto acento de corrupción. Mancera pudo lograr lo que ninguno de sus antecesores de la izquierda: la reforma política de la entidad; insertar a la ciudad en la negociación sobre los terrenos del aeropuerto, preciadísimo patrimonio inmobiliario; hacer del incremento salarial demanda nacional, y creativos programas sociales como El Médico en tu Casa. Ha sido un político moderado, negociador, con buena relación con el gobierno federal y buena presencia política en el partido que lo llevó al poder, pero al cual dice él no pertenecer.

 

Mancera, como todo político, quiere continuar. La candidatura presidencial es el paso obligado; ganar la elección es prácticamente imposible, salvo que fuera postulado por una alianza que incluyera al PAN y al PRD.

 

El asiento de la izquierda está ocupado por López Obrador y Juan Zepeda ha probado que es más fácil ganar encarando al tabasqueño que con la deferencia que Mancera le dispensa, sin la misma respuesta por quien a la buena y mala se ha adueñado del espacio de la izquierda.

 

Para el PRD también es un dilema postular a Mancera. Su independencia y la ausencia de carnet partidario no sería problema, pero sí que en el último tramo de la contienda declinara para abrir camino a López Obrador a la Presidenciay asegurar él un puesto de relieve en el futuro gobierno. Este es el riesgo de algunos candidatos independientes. Hacer del espacio electoral que les ofrece la campaña, un juego propio para ganar el favor de quien podría ganar en el último tramo de la elección con la declinación.

El fraude a la ley se ha vuelto moneda de curso legal. Todos los jugadores con posibilidades de triunfo saben que el financiamiento y gasto oficial es menor respecto a lo que se ingresa y gasta en realidad. No hay partido o candidato que se escape. También está el tema de la promoción personalizada con titulares en revista o aprovechando la publicidad partidaria. Los actos anticipados de campaña se dispararon cuando el INE no pudo frenar la ostensible publicidad que hiciera López Obrador. Tuvieron miedo de aplicar la ley y ahora allí están las consecuencias.

 

Como pronto habrá de difundir la encuesta de GCE en todas las entidades, la imagen de Mancera, al igual que la de Jaime Rodríguez, gobernador de Nuevo León, es menos favorable en la entidad que gobierna respecto a la que tiene en el resto del país. El socavón de la inseguridad que muestra el operativo de Tláhuac ofrece una idea de la diferencia entre la imagen pública respecto a la publicada. El secretario de Marina puede decir que no es un cártel, sino un poderoso grupo de narcomenudistas. Importa lo que se diga, y mucho, pero todavía más, lo que se crea.