Si Allende no incluye a Melquiades, lo convertirá en un activo anti PRI

Por El Sol de Puebla | Viernes, Agosto 29, 2014

Uno de los múltiples factores que llevaron a la derrota del PRI en 2010 tuvo que ver con el desaire del entonces gobernador Mario Marín Torres al resto de los grupos priistas aún vigentes en el estado, principalmente al de su predecesor Melquiades Morales Flores.

Entre muchos otros desaciertos, Marín creyó que con los suyos bastaba para trascender al sexenio, que con ellos era suficiente para abanderar candidaturas a puestos de elección popular y resultar victorioso en cada una de las arenas.

Salvo en la contienda por la presidencia municipal de Puebla de 2007, que daba por perdida frente al PAN y su candidato Antonio Sánchez Díaz de Rivera, se dedicó a imponer a sus alfiles e incondicionales.

El caso más extremo ocurrió precisamente en 2010, cuando entregó a Javier López Zavala y Mario Montero Serrano, sus amigos y subordinados, las candidaturas más importantes: la de gobernador y la de alcalde de Puebla.

Algunas voces le sugirieron entonces que no lo hiciera de esa manera, que cediera una de las dos nominaciones a cualquiera de los otros grupos priistas con influencia política en el estado para garantizar la suma de fuerzas contra el panista Rafael Moreno Valle, que ya figuraba como el abanderado de la oposición.

No escuchó a nadie.

Se fue por la libre, con sus dos cuates, e ignoró a los demás.

Grave error.

Además de ser el mandatario anterior a él, lo que obligaba a pensar en la sobrevivencia política de sus cuadros y colaboradores, Melquiades Morales tenía una relevante ascendencia moral en el equipo de Moreno Valle.

Ni esa condición tan peculiar e importante hizo que Mario Marín incluyera en el ejército del PRI a los melquiadistas.

Los mantuvo a raya desde que llegó al poder en febrero de 2005 y después no los sumó ni para enfrentar al enemigo.

La soberbia le nubló la vista, que a su vez le impidió comprender el momento histórico.

Lo que sucedió después era previsible.

Melquiades Morales no metió las manos pero sus operadores y colaboradores, que no eran pocos, terminaron trabajando para Moreno Valle, conscientes de la marginación que había padecido su líder moral en el sexenio que se acercaba a su fin.

Zavala lo entendió un poco en campaña y quiso revertir la falla de su jefe cuando faltaba menos de un mes para celebrar los comicios.

Se inventó unas "coordinaciones estratégicas del voto" para otorgarlas, entre otros, a Marco Antonio Rojas Flores, Carlos Arredondo Contreras, Héctor Jiménez y Meneses, Moisés Carrasco Malpica, Carlos Sánchez Martínez, Héctor Maldonado Villagómez, Amado Camarillo Sánchez y Jesús Lorenzo Aarún Ramé.

De nada sirvió.

Los aludidos acudieron al acto público celebrado el 7 de junio en la sede del PRI por la institucionalidad que le debían al partido, pero jamás se la creyeron y menos hicieron proselitismo a favor de Zavala.

Cómo iban a hacerlo si habían sido olvidados durante cinco años y cuatro meses.

Nada les garantizaba que en el futuro, en caso de ganar la elección, ahora sí serían tomados en cuenta.

Más atrás, Jesús Morales Flores fue nombrado coordinador de campaña, en un movimiento estratégico que tampoco cuajó debido a que ninguno de los zavalistas, comenzando por José Luis Márquez Martínez, se tomó en serio ni respetó el rol del hermano de Melquiades.

El final de esa historia ya lo conoce usted.

Zavala, Montero y el propio Marín fueron batidos el 4 de julio por la maquinaria morenovallista.

Presas del resentimiento y la frustración, los marinistas se fueron por la ruta fácil: llamaron traidor a Melquiades Morales.

¡Falso!

Lo que hizo el ex mandatario fue dejar correr a su gente según le conviniera.

Muchos de esos ex funcionarios, vale recordar, tenían nexos naturales con quien ya se perfilaba como el futuro gobernador.

***

Regresemos ahora al tiempo presente.

Ana Isabel Allende Cano, virtual presidenta del Comité Directivo Estatal del PRI, debe tomar nota de los desencuentros ocurridos entre el marinismo y el melquiadismo para no repetir la historia.

Mario Marín es importante, sí, desde luego, porque al ser el ex gobernador priista más reciente mantiene vigencia a través de una amplia red de liderazgos regionales.

Pero Melquiades Morales también lo es.

El oriundo de Santa Catarina Los Reyes es todavía un referente dentro del PRI.

No sólo por los operadores que conserva, que deben ser mucho menores en número que los de Marín, sino por esa liga afectiva que lo une a Moreno Valle.

La inamovilidad de Melquiades fue factor para que un amplio sector del priismo no creyera en el proyecto de López Zavala en 2010.

Hoy podría suceder lo mismo.

Si Ana Isabel no suma a Melquiades, pero sobre todo, si no lo convence, lo dejará a la deriva y lo convertirá en un activo del "anti PRI"... otra vez.

José Chedraui Budib lo sabe, por eso le pidió que lo acompañara a la sesión del Consejo Político Municipal que se realizó el miércoles.

El ex gobernador no pudo negarse, en parte por la estrecha amistad que mantuvo con don José Chedraui Alam, padre del diputado local, y en parte por la humildad del futuro dirigente para solicitárselo.

Justo eso es lo que tiene que hacer Ana Isabel Allende.

Tomarse la foto con Melquiades, conseguir su apoyo real, genuino, le servirá para transmitir al priismo dos mensajes trascendentales.

Primero, que no es cierto que vaya a convertirse en representante de los intereses de Mario Marín.

Y segundo, que esta vez sí, por convicción natural y personal, Melquiades Morales dará su respaldo al partido en las elecciones que se avecinan.

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