Maldonado y Rosas quisieron irse, pero RMV no les aceptó la renuncia

Por La Jornada de Oriente | Miércoles, Julio 30, 2014

El tema de la represión en Chalchihuapan es el que más reuniones ha provocado en el primer círculo del gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, y en uno de dichos encuentros –realizado la semana pasada– el titular de la Secretaría General de Gobierno, Luis Maldonado Venegas, le presentó con gran grandilocuencia su renuncia al mandatario estatal, asumiéndose como uno de los responsables de los hechos violentos del pasado 9 de julio.

Una fuente cercana a ese encuentro sostiene que el mandatario no aceptó la renuncia y le habría comentado a los presentes que recurriría a peritos internacionales para darle credibilidad a la versión del gobierno de que la muerte del niño José Luis Tehuatlie Tamayo no fue provocada por una bala de goma lanzada por la Policía Estatal, sino por un cohetón detonado por pobladores de San Bernardino Chalchihuapan.

Se dice que unos días antes, de la misma manera, tenía ya lista su renuncia Facundo Rosas Rosa, titular de la Secretaría de Seguridad Pública, pero recibió un mensaje de que el mandatario no se la aceptaría y por ende el funcionario optó por no dimitir.

Ambos episodios, ocurridos por separado y en días diferentes, no quiere decir que el gobernador le tenga una confianza ciega a Maldonado y a Rosas Rosas, sino su reacción parece obedecer a una actitud de soberbia de que no va a ceder a presiones y a que nadie le va a decir cómo resolver la crisis política y de credibilidad que enfrenta.

Tal vez es un poco prematuro, pero no debe descartarse que el yerro de Moreno Valle de no aceptar las dimisiones de Luis Maldonado Venegas y Facundo Rosas Rosas sea un error similar –en cuanto a sus dimensiones, no en sus formas y circunstancias– al que hace ocho años, un 15 de febrero, en un noticiero nocturno de televisión, cometió el entonces gobernador Mario Marín Torres cuando dijo: “Es mi voz, pero no es mi voz”, en relación a una grabación que ponía en evidencia la conspiración para ejecutar la detención ilegal de la periodista Lydia Cacho Ribeiro.

Moreno Valle no está dispuesto a aceptar el más mínimo error, ni mucho menos un poco de responsabilidad ni un ápice de culpa por la muerte del niño José Luis Tehuatlie Tamayo y el desastroso desalojo de pobladores de Chalchihuapan ocurrido el pasado 9 de julio, en el cual los lugareños pudieron exhibir en redes sociales la brutalidad policiaca de que fueron víctimas.

Sí el gobernador de Puebla hubiera aceptado aunque sea un poco de culpa o responsabilidad, y, sobre todo, hubiera sancionado a algún funcionario de su administración, ya sea del primero o del segundo nivel, el conflicto de Chalchihuapan ya estaría en fase de despresurización.

Cuando el jefe del Poder Ejecutivo estatal reunió hace dos domingos a un grupo de propietarios y directivos de medios de comunicación para darles su versión de los hechos, el periodista Jorge Machuca preguntó quién había fallado en la estrategia táctica del operativo policiaco del 9 de julio, a lo cual un presuroso Facundo Rosas le contestó tajante e inflexible: No hubo error alguno.

El problema de esa torpe actitud del gobernador y su secretario de Seguridad Pública contrasta con la avalancha de videos que el grupo morenovallista inundó en las redes sociales, donde se observa que el Poder Ejecutivo no tiene los más mínimos elementos para defenderse.

En los videos se ve a policías equipados con cascos, rodilleras, chalecos antibalas, escudos, toletes, armas, equipos de comunicación, vehículos, asistencia médica y un helicóptero que hacen frente a grupos de campesinos que solo tienen piedras, palos y cohetes que no sirven de mucho, pues vuelan hacia el cielo y no a nivel de tierra.

Y se aprecia como los policías muestran un alto grado de torpeza e impericia, ya que ellos mismo se echaron gas lacrimógeno y no actuaron de manera compactada; además, se aprecia que no se limitaron a desalojar la autopista Puebla–Atlixco, sino que se subieron a un puente a continuar la refriega contra los campesinos, mujeres y niños que ahí estaban presentes.

Lo errores no acaban ahí. El gobierno del estado guardó silencio por varios días después de la represión, y cuando salió a hablar Luis Maldonado ya la credibilidad del gobierno estaba por los suelos y ya nadie creyó en las fantasías de que había estrategias castrenses entre los pobladores de Chalchihuapan, así como infiltrados y piedras de “grueso calibre”.

La versión de que al niño lo mató un cohetón y luego una onda expansiva de una gran explosión, y que pudo ser un atentado de los campesinos reprimidos, recibió en las redes sociales un trato de historia infantil, inverosímil y absurda.

Más tarde, el mal manejo de la información del estado de salud del niño José Luis Tehuatlie Tamayo, así como el atípico comportamiento de la Procuraduría General de Justicia en el levantamiento del cadáver, la forma obscura como se le practicó la necropsia y la muy retrasada entrega del cuerpo a la familia vino a echarle más leña la hoguera.

Todos los anteriores errores ahora los utilizará con fines electorales el PRI, pues Moreno Valle se ha convertido en el “chivo expiatorio” para exhibir los abusos de los gobiernos del PAN.

Ante esas circunstancias queda claro que ya se venció el plazo para que la salida de Maldonado y de Rosas ayude a solucionar la crisis del morenovallismo.

Ahora el gobernador del estado tendrá que enfrentar el costo de su soberbia y su autocracia.

El ánimo que ha quedado plasmado se reduce a una frase: ¿Usted la cree a Moreno Valle? Yo tampoco le creo nada.